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INFOKRISIS, el blog de Ernest Milà

CULTURA

Marseille - Serie Netflix

Marseille - Serie Netflix

Info|krisis.- ¿Es posible hablar de Marsella sin aludir al Front National? El 5 de mayo de 2016, después de una amplia campaña publicitaria se estrenó en Netflix la serie de TV Marseille, compuesta por ocho de episodios de lo que puede considerarse “ficción política”. Las críticas en Francia oscilan entre lo negativo o lo muy negativo. Lo entendemos perfectamente. Los diálogos son flojos, casi de cartón piedra, demasiado tópico para ser creíble, el guion es previsible y ni siquiera introduce alguna sorpresa digna de tal nombre capaz de alterar la mediocridad del conjunto. Falla el guión, no falla el presupuesto, ni los actores, ni la fotografía. Era una apuesta demasiado arriesgada de Netflix (productora al mismo tiempo de la serie) y el resultado –por lo menos según la crítica– es ampliamente negativo.

Netflix se proponía realizar algo parecido a House of Cards, sólo que ambientado en Europa.  Pero los parámetros son muy diferentes. Washington –escenario privilegiado de las tropelías del “presidente Francis Frank J. Underwood”– no es Marsella, ni el presidente de los EEUU es un alcalde regordete y desaliñado. Ciertamente, tanto el imperio americano como el ayuntamiento de Marsella son instituciones en crisis, pero la cúspide de los EEUU es mucho más glamurosa que el ayuntamiento de una ciudad cada vez más multicultural. Si Netflix pensaba que era posible denunciar la corrupción y la mala calidad de la clase política europea, denunciar los golpes bajos electorales, la ausencia completa de ética y la psicopatía anidada en el código genético de los políticos al uso o la volubilidad del electorado, cambiando a Kevin Spacey por Gérard Depardieu y la Casa Blanca por el Ayuntamiento de Marsella, se han equivocado.

Hemos calificado a la serie como “ficción política” ¿Refleja Marseille la realidad política de la ciudad? En absoluto. Veamos algún dato. En las últimas elecciones la participación alcanzó apenas un 45% de los votos. Entre votos nulos y en blanco, casi rozarían el 45%. El partido mayoritario no es la UPM, el partido centrista realmente existente que aparece como factótum en la serie, sino el Front National con Marión Meréchal-Le Pen, nieta de Jean Maríe Le Pen y sobrina de Marine Le Pen. En la primera vuelta de las elecciones del 2015, la lista del Front National alcanzó el 40,6% de los votos en la primera vuelta. El siguiente candidato obtuvo ¡un 15% menos! Y el candidato de la izquierda un 25% menos. Sin embargo, Marion Le Pen no resultó elegida: en la segunda vuelta, todos los partidos se aliaron contra el Front National que resultó derrotada por un 54,78% de los votos frente al 45,22% que se obtuvo. En Marseille aparece fugazmente un personaje que parece ser el responsable del “Partido Francés” (el seudo Front National) que para apoyar al candidato opuesto al alcalde le exige “visibilidad”, es decir, que lo salude en público ante las cámaras. Y el candidato rival del Alcalde se niega por “tener distinto código genético” y tiene gracia porque se trata de un psicópata de manual. Mucha más gracia produce que el partido mayoritario en Marsella prácticamente no aparezca. No se sabe si es una forma de boicot “políticamente correcto” al Front National o bien el reconocimiento de que es algo diferente al resto de la clase política francesa.

Por lo demás, nadie duda que la corrupción política en Marsella es parecida a la que hay en Villarriba o en Villabajo: de hecho, la corrupción es el acompañamiento inseparable de la partidocracia. Y hoy, en realidad, más que “democracia” lo que todos vivimos en Occidente es partidocracia corrupta y corruptora. El protagonista de la serie, Depardieu, se muestra condescendiente con la corrupción. En un momento dado dice: “no es mi problema si mis subordinados pasan la gorra”. El problema es que esto ya es suficientemente conocido y sólo permanece oculto para los niños de pre-escolar, no para los que ya lucen pantalón largo. Si esto es lo que nos quiere transmitir la serie, llega con 20 años de retraso.

Por un momento pensamos que la serie sería una de esas películas financiadas por los ayuntamientos como forma de promoción. Pero tampoco. No es un publi-reportaje de Marsella como aquella lamentable Viky, Cristina, Barcelona (2008) de Woody Allen lo fue de la Ciudad Condal. En realidad, los monumentos de la ciudad se ven de lejos y demasiado fugazmente como para que puedan apreciarse. La mayoría de tomas de la ciudad son cenitales, muestran solamente el trazado de las calles, los terrados de los edificios, barrios que se adivinan elegantes y muchos más que se intuyen como el culo del mundo. Parece como si la cámara tuviera miedo de ofrecer imágenes a pie de calle. Y se entiende: pasear por Marsella da la extraña sensación de recorrer una ciudad árabe en la orilla equivocada del Mediterráneo.  

Marseille no puede evitar ofrecer una imagen extremadamente negativa de la ciudad a poco que el espectador esté atento: mafiosos, delincuentes de origen magrebí, barrios en los que viven bolsas no integradas en la cultura europea. El alcalde dice que están mal porque no hay trabajo y por la crisis económica, pero realmente, hace treinta años la situación de Marsella era, más o menos, la misma en pleno crecimiento económico mundial. Puede parecer políticamente incorrecto decir que en Francia cualquier cantidad de heroína la mueven delincuentes de origen argelino. Pero resulta tan innegable que ya nadie se toma la molestia de desmentirlo. Y Marsella es el centro de la delincuencia en Francia. En Italia existe “la Mafia”, en Francia es “le milieu”. Y “le milieu” está íntimamente asociado, guste o no, a unas minorías étnicas muy concretas.

Algunas escenas de la serie se sitúan en barrios magrebíes: los jefes de la delincuencia pesan más en esos barrios que el Prefecto departamental o el propio alcalde. Son ellos los que hacen y deshacen y, naturalmente, los políticos hambrientos de votos tienen que rendir pleitesía a esos “caídes” arrabaleros. Y lo suelen hacer. A cambio piden algo: en la serie, una votante con chilaba y niqab, a cambio de una nevera, votará a quien sea. En otra escena, los “caídes” llevan en minibuses a los votantes hasta el colegio electoral y allí votan por el candidato que se les ordena. Todos buscan sacar tajada de los políticos corruptos. A fin de cuentas, cada cual se corrompe al nivel que puede. Los “caídes” se conforman con que les regalen un restaurante o un gimnasio, si no se les da, o no votarán o votarán a otro que se lo prometa. Estas prácticas se daban en España durante el período de la Restauración con el caciquismo. Y en Francia estaban superadas completamente hace algo más de un siglo. El escenario político que nos muestra la serie Marseille, con todos sus errores de guionización, es la de una ciudad que ha retrocedido un siglo en la calidad de su democracia.

Si lo que se quería denunciar era esto, la denuncia es incompleta: no dice nada sobre la destrucción de la enseñanza pública en esos barrios marginales, sobre la desaparición práctica de la legislación y de la autoridad republicana, sobre el abandono que ha realizado la policía dejando a los “caídes”, es decir, a la delincuencia el control de los barrios, en donde ya no existe ni legislación de menores que se respete, ni recaudación de impuestos, y que están dirigidas por los “caídes” de la droga. Algo se intuye en la serie pero recortado por la timidez de lo políticamente correcto. En Francia se llama a estos barrios con el eufemismo de “zonas particularmente sensibles” (aunque otros les llaman “zonas de non-droit”, zonas salvajes). En toda Francia hay 2.000 barrios como los que aparecen en la serie.

No es raro que desde mediados de los 80, cada año, 10.000 franceses sientan como insoportable la vida en Marsella y la abandonen hacia zonas más tranquilas y menos azotadas por la delincuencia.  Van a parar a las ciudades satélite situadas en la periferia. Y sin embargo, la población de Marsella no disminuye: aumenta. En 1980 Marsella tenía 908.600 habitantes. Luego descendió a 798.000 en el 2000, para recuperarse más tarde y estar actualmente en algo más de 850.000. Pero esto es decir poco: porque desde 1980 quienes se van son contingentes de origen europeo y los que vienen grupos de población de origen magrebí (el grupo con mayor presencia es de origen argelino si nos tenemos que fiar de Wipipedia), seguido por nacidos en las islas Comores. Lo que se ha producido en Marsella y que salta a la vista con sólo recorrer las calles más céntricas de la ciudad, sin necesidad de ir a las “zonas particularmente sensibles”, es que se ha producido una sustitución de población gala por población magrebí, lo cual, en principio es un dato sociológico más, no particularmente negativo. El problema es que las alteraciones generadas por ese proceso creciente de sustitución de población, ha generado patologías sociales que aparecen sólo de manera tangencial en la serie (por ejemplo, la sensación de abandono y suciedad en las calles a la que alude el alcalde Depardieu es evidente) o de manera muy directa (el impacto de la delincuencia magrebí también). Hay muchas más.

Vale la pena decir algo sobre la banda sonora. El tema musical con que se inicia cada capítulo de la serie es una música de inequívocas, siempre la misma; sin embargo, cada episodio termina con una canción típicamente francesa diferente. Pocas veces una banda sonora refleja también la realidad de una ciudad: la Marsella árabe e islámica, monocorde como el desierto, se impone y es hegemónica ante la Francia polifacética de siempre, terminal y periclitada.

El guionista ha intentado atenuar estos aspectos lanzando un mensaje multicultural con un recurso tópico, poco imaginativo y, por lo demás, increíble: el favor de la hija del alcalde –lo más parecido a lo que se suele llamar una “niña pija”– se la disputan dos “novios”, miembros ambos de las bandas de delincuentes que asolan la ciudad. La “niña pija” aparece por esos barrios tomados por la delincuencia, como si nada. El guionista parece ignorar que uno de los aspectos más desagradables de esa delincuencia es haber disparado el número de violaciones de mujeres, especialmente rubias… como la “niña pija”. Si una rubia de buen ver se adentra en solitario por esos barrios, difícilmente evitaría una agresión sexual.  

Hay que decir que la serie está bien hecha y aceptablemente interpretada. La fotografía es buena y denota el savoir faire de Netflix. Los actores cumplen. Pero no hay buena película que resista un mal guión: cuando el guión es flojo o está mal construido, todo lo demás pierde aliciente.

Faltan incluso elementos que hubieran podido dar otra dimensión a la serie y mucho más en una Francia azotada por el terrorismo islamista. Resulta difícil situar  a la serie en el tiempo. No abundan los datos históricos, pero si de lo que se trata es de realizar un engarce con la actualidad, introducir el terrorismo yihadista en la trama hubiera sido una buena opción. Y muy creíble, por lo demás: contrariamente a lo que se tiene tendencia a pensar, los yihadistas que han cometido atentados en Francia en 2016 y 2016 no viene de las guerras de Oriente Medio, sino que son reclutados en el ambiente de la pequeña delincuencia. Esa que aparece como absolutamente odiosa en los ocho episodios de Marseille.

En Marseille, a diferencia de cualquier otra serie, el espectador no consigue identificarse con ninguno de los personajes: unos por ser políticos degenerados, ladrones, toxicómanos, psicótapas y mentirosos; otros por delincuentes crueles y sanguinarios, repugnantes “caídes” de sus barrios; las “niñas pijas” por serlo en grado sumo y los más discretos por mostrar su aspecto irrelevante. Y quizás sea esta la única novedad aportada por la serie.

Para terminar diríamos que es posible realizar productos parecidos a House of Cards, en Europa, simplemente siendo más exigentes en la guionización. Sólo eso.

© Ernesto Milà – info|krisis – ernesto.mila.rodri@gmail.com – Prohibida la reproducción de este texto en soporte informático sin indicar origen

 

¿Se ha legalizado la droga?

¿Se ha legalizado la droga?

Infokrisis.- En 2008, cuando empezó la crisis, el conocido economista Niño Becerra, auguró que en unos pocos años las drogas, y concretamente la marihuana, se legalizaría para evitar que la gente fuera consciente de lo que se le veía encima y los 426 euros les dieran para vivir en casa de sus padres, en un local ocupado o en una casa de alquiler solidario consumiendo su dosis cotidiana de marihuana o similar. Eso o, antes o después, algunos jóvenes se rebelarían. Nadie se rebela y lucha con el cerebro ralentizado por los efectos de la marihuana. Todo inducía a pensar que iba a ser José Luis Rodríguez Zapatero quien se iba a encargar de esta tarea y, sin embargo, ha sido el líder de la derecha quien nos lo ha traído. ZP, a fin de cuentas, solamente entreabrió las puertas a la legalización de las drogas, Rajoy las ha abierto de par en par.

No es que Niño Becerra fuera un vidente al estilo de la “bruja Lola” o similares, es que se trata de alguien que une, a su tarea docente que le permita estar en contacto con sectores juveniles de la sociedad, el sentido común y la lectura de las tendencias promovidas desde la UNESCO y demás foros internacionales en los que se atrincheran los “reformadores sociales” de nuestro tiempo.

Con la UNESCO de fondo

Siempre hemos dicho que el programa con el que gobernó Zapatero parecía inédito en España; en realidad no lo era para quién leía mensualmente El Correo de la UNESCO y estaba pendiente de las resoluciones de este organismo internacional. De hecho, en los últimos años, las manifestaciones de apoyo a la legalización de la marihuana se hacen siempre utilizando la excusa de los “derechos culturales” que establece la UNESCO y, entre ellos, el “derecho a ser visibles, tener una cultura propia e independiente”. Sin olvidar que el médico uruguayo Luis Yarzábal, director del Instituto Internacional de la Unesco para la Educación Superior en América Latina y el Caribe (IesalC/Unesco) fue el encargado de realizar el estudio previo que llevó a la legalización de la marihuana en Uruguay.

Desde 1983, la legalización de la marihuana ha estado presente en los programas de izquierda. Fue precisamente en las elecciones de septiembre de ese año, cuando el PSOE incluyó en su programa la “despenalización de las drogas” (consumir droga no sería delito, el delito sería traficar con ella) que se calcula que aportó entre 1.500.000 y 3.000.000 de votos a Felipe González para obtener su primera mayoría absoluta. El resultado fue que dos años después, en las calles de todo España, apareció la primera gran epidemia de heroína, liquidada diez años después con la desaparición física de la mayoría de los toxicómanos.

¿Son peligrosas?

Pero en los años 80 y 90, salvo algunos intelectuales de poca solvencia y en ambientes “artísticos”, cuando se aludía a “legalización de la droga” se estaba aludiendo, especialmente, a la marihuana. La heroína quedaba fuera de todo esto al ser evidente y visible su peligrosidad. Poco a poco, casi sin darnos cuenta, mientras aumentaba la presión sobre los fumadores de tabaco, disminuía, paralelamente, la censura social sobre los fumadores de haschisch o marihuana. Otro tanto le tocó a la cocaína que en los años ochenta adquirió fama de ser una droga “de élites” y que se benefició entonces de cierta permisividad social. En el momento de escribir estas líneas, los especialistas en lucha contra la droga son ya perfectamente conscientes de la capacidad adictiva de la cocaína y de su rapidez en el deterioro de las redes neuronales y en la generación de accidentes cerebro-vasculares. ¿Y la marihuana?

Las variedades que se cultivaban en los años sesenta, cuando la marihuana acompañó de manera inseparable al fenómeno hippy, tenían un principio activo en cantidades mucho menores (hasta quince veces) que las cultivadas en la actualidad. En los inicios del milenio todavía era raro que alguien ingresara en un centro médico intoxicado por el consumo de marihuana. Tan sólo se habían producido algunos problemas entre jóvenes que habían decidido realizar “pasteles de marihuana” y no habían medido las cantidades. Sin embargo en los últimos años han empezado a aparecer consumidores de marihuana aquejados de “psicosis cannábica”. Esto se debe a las técnicas de selección de semillas que tienen como objetivo el conseguir siempre variedades con un principio activo más potente. La marihuana que se fumaba hace treinta años era mucho más “tolerable” para el organismo que la que se fuma en la actualidad.

Cultivo in-door

Es cierto que las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado siguen realizando una tarea de represión contra el tráfico de drogas que, de tanto en tanto, logra algunos éxitos. Pero no hay que olvidar que en Marruecos, el cultivo de cannabis se realiza legalmente en el Valle del Rif, en donde 100.000 hectáreas están dedicadas a esta actividad, gracias a un fuero concedido por Mohamed V a sus habitantes. Aquel fuero establecía que se podía cultivar esta droga en el Rif para consumo de sus habitantes… pero los rumores sobre la protección de la que gozan algunos narcotraficantes desde el Majzén (lo que aquí en Europa equivaldría a la “corte”) han sido insistentes especialmente en estos últimos veinte años. La sensación que da es que anualmente se realizan en España una serie de decomisos de droga perfectamente calculados (de la misma forma que se capturan 1/3 parte de los envíos de tabaco ilegal y se permite que 2/3 lleguen a los consumidores), pero que no se intenta, por todos los medios, cortar el cordón umbilical que une el narcotráfico marroquí con los consumidores europeos.

A esta negligencia hay que sumar el hecho de que los consumidores habituales, especialmente aquellos que figuran entre los que tienen menos capacidad adquisitiva, tienden a mantener ellos mismos sus propios cultivos de marihuana. En ocasiones ya no se trata de la maceta de “maría” colgada en el balcón, sino de cultivos perfectamente industrializados y que cuentan con todos los recursos y el asesoramiento técnicos. No en vano, en España, en estos momentos se realizan más de una veintena de “copas y ferias cannabicas” algunas de las cuales, como la que tiene lugar en Barcelona, no tienen nada que envidiar a los grandes eventos y ferias internacionales.

De todos estos eventos, sin duda, el Spannabis de Barcelona (subtitulado “feria del cáñamo y tecnologías alternativas”), que va ya por la onceava edición es el más popular. Celebrado este año entre el 14 y el 16 de marzo en la Feria de Cornellá, registró 30.000 visitas que pagaron religiosamente 15 € por día o bien un forfait de 25 €. Un buen negocio, en cualquier caso, al que asistieron más de un centenar de empresas dedicadas a todo lo relativo al cultivo “in door” (en casa) de la marihuana. La feria homóloga celebrada en Málaga (el Spannabis, Málaga 2014) celebrada del 9 al 11 de mayo, fue visitada por 10.000 consumidores. El Expogrow 2014 de Irún recibió a unos 15.000 visitantes, muchos de ellos franceses, mientras que el Expocannabis Madrid va por su décima edición con una asistencia de 20.000 consumidores. Cientos de tiendas en todas las ciudades y pueblos de España, venden productos para el consumidor y para el cultivo casero de la marihuana. No existe absolutamente ningún control sobre todo esto. Es frecuente que muchos chicos jóvenes, sin oficio ni beneficio, piensen en hacer de su “afición”, el consumo del cannabis, un medio de vida y abran pequeños establecimientos de este tipo, vendiendo bajo mano lo que ellos mismos cultivan.

200 clubs de cannabis en las Ramblas

Pero esto no es todo. Hasta hace poco, Holanda era la meca de todos los fumadores europeos de cannabis. Allí existían cientos de “clubs de cannabis” en los que se podían elegir entre distintas variedades. Luego, como se sabe, la marihuana se legalizó sin restricciones en Uruguay.

Pero, un buen día de julio de 2014, nos enteramos de que en Barcelona, solamente en las inmediaciones de las Ramblas, han florecido a partir del otoño pasado, doscientos “clubs del cannabis”, especialmente destinados a jóvenes turistas alemanes que llegan a Barcelona en busca de estos locales de la misma forma que los turistas ingleses aparecen buscando cerveza a bajo precio, drogas de diseño y balcones a buena altura para poder descalabrarse a gusto.

El hecho de que en los últimos años, los alquileres de locales en el centro de Barcelona hayan disminuido hasta un tercio de lo que valían hace ocho años, ha favorecido la implantación de esta industria, además, por supuesto, del visto bueno de las autoridades barcelonesas decididas a convertir la Ciudad Condal en rival de Amsterdam en turismo “sólo para colgados”.

Es cierto que existe toda una literatura (médica en muy pocos casos) que asegura y garantiza que el consumo de la marihuana es completamente inocuo y que resulta muy difícil que el consumidor tenga criterio y preparación suficiente como para distinguir sobre informes “solventes” y las meras defensas cerradas del consumo.

Y a todo esto ¿por qué hay que rechazar el cannabis?

La marihuana tiende a relajar el organismo, despreocuparlo de las condiciones reales, sumirlo en una especie de sopor aparentemente lúcido, más o menos prolongado, dependiendo de muchos factores personales. Los restos del THC, el principio activo del cannabis, se depositan especialmente en las partes grasas del organismo tardando años en ser eliminadas a pesar de que haya cesado el consumo de cannabis.

No es raro que quienes tengan a un miembro de la familia que haya comenzado a consumir cannabis, noten en él un cambio de carácter: en realidad, la mejor crítica que puede realizarse al cannabis es que modifica la personalidad, esto es, la aliena, hace que dejemos de ser nosotros mismos para ser “otra cosa”, en cuya ecuación la alteración de la química del cerebro tiene una parte esencial. Esto para los consumidores moderados; en lo que se refiere a los consumidores compulsivos, los desórdenes en su cerebro, el dejar de percibir la realidad, la irrupción de psicosis y neurosis extremas, las paranoias, están, inevitablemente, al final del camino. Al mismo tiempo que se altera la relación del consumidor con el entorno de no consumidores.

El hecho de que  el consumo de marihuana esté aceptado socialmente y banalizado, no quiere decir que no encierre ciertos riesgos, el menor de los cuales es la alienación y el mayor la psicosis cannábica. Sin olvidar, por supuesto, que si bien la inmensa mayoría de consumidores de esta droga o bien no la alternan con ninguna otra droga, o con alcohol (multiplicando así sus efectos), todo consumidor de heroína, antes ha sido consumidor de cannabis.

La droga como arma del “sistema”

El hecho de que un consumidor de cannabis tienda al sopor, a buscar en el porro un refugio ante situaciones de máxima relajación, y por tanto, en la pasividad en sus comportamientos cotidianos, hace que se convierta en “poco competitivo” en relación a jóvenes que no realizan estos consumos y que están siempre más “despiertos” y alerta. Es difícil disimular que se consume cannabis. Con pocas frases o, simplemente, observando el “estilo” del interlocutor, se puede percibir claramente si se está ante un consumidor compulsivo de cannabis.

No es raro que el “sistema” prefiera una juventud atiborrada de cannabis a una juventud despierta y que piense por sí misma, en guardia y crítica hacia la época en la que les ha tocado vivir. De ahí la permisividad de los drow-shops, la absoluta legalidad de las ferias cannábicas y la absoluta tranquilidad con la que se pueden abrir “clubs de cannabis” sin ninguna restricción.  

Pero esta no es la única droga que ya ha sido legalizada. Hasta hace poco, los servicios de una prostituta eran simplemente un desahogo para gentes que, por las razones que fuera, debían de recurrir a ellos. Sin embargo, en los últimos tiempos, es frecuente que las páginas en las que se anuncian estos servicios, en una proporción de un 10% aludan a “fiestas blancas”. Contrariamente a lo que algunos puede estar tentados de pensar, “fiesta blanca” no indica precisamente efusión de semen, sino que alude al consumo de cocaína. Existen incluso bases de datos de servicios de prostitución que incluyen “fiestas blancas”. Están al alcance de todo el mundo. Las autoridades lo saben, los consumidores tienen al alcance de la mano a proveedores… No se hace nada contra este nuevo frente de consumo de drogas. Es más, cuando se intenta “regular la prostitución” aparecen las “ideas geniales” de multar a los usuarios, pero sin tocar a quienes publican anuncios que sugieren tráfico de cocaína explícitamente.

Todo esto no es más que la exteriorización de la decadencia de la sociedad española. Nuestro país es débil porque nuestra sociedad es extremadamente débil. La “democracia” no ha aportado valores que sirvan como baluartes defensivos a la penetración de las drogas y de cualquier otra forma de alienación de la personalidad. La permisividad hacia el consumo de la marihuana y de la cocaína, son algunos síntomas de esa debilidad. El sistema educativo, el sistema judicial, el aparato policial, en buena medida ya han renunciado afrontar este problema. A fin de cuentas, desde el punto de vista de algunos políticos, es mejor que la juventud esté tirada sobre un jergón fumando un porro que votando a Podemos o afiliándose a cualquier partido de la extrema-derecha.

La droga es un arma del sistema para frenar disidencias especialmente en los sectores juveniles. Empezar a reconocer esto supone entender por qué ha aparecido esta tendencia a banalizar el problema y de dónde deriva la permisividad en el consumo y en el tráfico de ciertas drogas. Otro de los grandes logros del gobierno Rajoy...

© Ernesto Milà – infokrisis – ernesto.mila.rodri@gmail.com – Prohibida la reproducción sin indicar origen

 

 

 

 

Moros & Cristianos

Moros & Cristianos

Infokrisis.- Las fiestas de moros y cristianos son el reflejo de un hecho histórico: el impacto que causó ocho siglo de ocupación islámica. En un principio estas fiestas estaban extendidas a casi toda España, recluyéndose progresivamente en unas zonas concretas hasta tener su presencia actual especialmente en el Levante. Estas fiestas suponen un rasgo propio de nuestra identidad, de una identidad hecha en lucha contra el Islam. Este artículo fue elaborado hace algunos años cuando estaba en plena polémica la petición de las asociaciones islámicas de inmigrantes para que estas festividades se prohibieran... Este ensayo es complementario de nuestra obra sobre la antropología de la Vieja España titulado Teoría y práctica de la familia en España que puede adquirirse en formato e-book en Amazon. 


Fiestas de moros y cristianos

Eco milenario de la amenaza islámica

 

El 26 de octubre de 2004, la Federación Española de Entidades Religiosas Islámicas emitía un comunicado exigiendo que se suprimieran las “fiestas de Moros y Cristianos”, argumentando que "no tienen cabida en la España democrática". Resulta, como mínimo grotesco, seguir una religión difícilmente compatible con cualquier forma de democracia y aspirar a dar lecciones sobre lo que es o no democrático. Lo evidente es que ningún país regido por principios islámicos tiene formas democráticas similares a los estándares europeos.

Pero el hecho objetivo y el fondo de la cuestión es que los islamistas se sienten en estos momentos suficientemente fuertes en España como para iniciar una ofensiva contra nuestras tradiciones antropológicas. Si esto ocurre hoy, cuando hay poco más de un millón de islamistas –la inmensa mayoría llegada con la inmigración magrebí y pakistaní– podemos suponer lo que ocurrirá en cinco años, cuando esta cifra se haya duplicado. ¿Se prohibirá el jamón de bellota? ¿los tintos rioja y los claretes serán arrojados fuera de la ley? ¿nuestras mujeres tendrán que ir con algún tipo de velo para no ofender a los “creyentes”? Ironías a parte, el comunicado de la FEERI nos da pie para recordar lo que son las “fiestas de moros y cristianos”.

1. Origen de la fiesta y componentes estamentales

Las fiestas de nuestra península nacen, habitualmente, como recuerdo del hecho más traumático de nuestra historia que supuso una ruptura con el pasado y el intento, no solamente de instalar uno gobiernos invasores, sino unos valores que ni se correspondían con los de Europa, ni tenían nada que ver con ellos. Ese episodio histórico se inicia con la “Pérdida de España” y termina con la “Toma de Granada”.

Entre ambas fechas median 800 años de tensiones y estado de guerra permanente. No es raro que, al alejarse el riesgo islámico, especialmente a partir del siglo XV, en las zonas que habían estado más expuestas a las razzias islamistas, la alegría desbordada en momentos festivos, cristalizase en forma de fiestas de moros y cristianos, dramatizando la derrota de aquellos y la liberación del territorio y de las conciencias. Si en siglos posteriores a 1492, estas fiestas, lejos de decaer, se reafirmaron, fue a causa de que hasta una fecha relativamente tardía -ya en el siglo XVII- la amenaza islámica no fue definitivamente conjurada. Hasta que los piratas berberiscos no son aplastados definitivamente y hasta que no se liquida definitivamente la amenaza otomana, inquietantemente estimulada por los moriscos de La Alpujarra, la costa mediterránea española no puede respirar tranquila.

Se tiene constancia de que en 1150 ya se celebró la primera fiesta de este tipo en Lérida y en 1426 aparecían en Murcia. Resulta interesante constatar que en algunas zonas del Mediterráneo, especialmente allí en donde la presencia de marinos del Reino de Aragón fue más intensa (Sur de Italia, Costas e Islas del Adriático), aparecen fiestas similares, sin duda, implantadas por ellos. Hoy incluso subsiste en la isla de Nórchula (Croacia), la “Danza Moreska” muy similar al baile de este tipo que aún subsiste en Lérida.

Las fiestas de moros y cristianos nacen en el contexto de una sociedad tradicional que creía firmemente en las intervenciones sobrenaturales en su vida. No alude solamente a un recuerdo desagradable (un milenio en el que la Península estuvo sometida a la presión islámica) y a la victoria final, sino que establecen que ésta se produjo por intervención divina.

Cuando el 7 de octubre de 1571 se produce la victoria de Lepanto, el papa Gregorio XIII instaura las fiestas de la Virgen del Rosario, imagen sagrada patrona de la flota cristiana. Los piadosos cristianos de la época tenían conciencia de que la victoria de Lepanto no se había debido a la estrategia superior de Don Juan de Austria, sino a la intervención de la Virgen del Rosario. En este mismo contexto se inscriben el resto de victorias anteriores sobre los sarracenos e incluso el alejamiento del peligro tras la expulsión de los moriscos. Esto explica suficientemente la interpolación de elementos religiosos en la fiesta. En la localidad granadina de Cerchelejo este origen está claro y lo mismo ocurre en poblaciones próximas (Campillo de Arenas o Bélmez de la Moraleda), festividades de moros y cristianos, todas ellas, colocadas bajo la advocación de la Virgen del Rosario.

En cuanto a los elementos propiamente militares presentes en la fiesta se explican de acuerdo con el carácter “paramilitar” de los gremios artesanales. Hasta el siglo XVIII una parte importante en la actividad de los gremios eran el mantenimiento de “milicias concejiles” (por ejemplo, “la coronela” formada por los gremios barceloneses que más combatividad demostró durante el triste asedio de 1714 por Felipe V). A partir de Felipe II, se instituyen las milicias locales en base a la organización gremial (en el fondo, ya desde las corporaciones romanas, los gremios siempre fueron excepcionalmente belicosos y eficaces en la protección de las villas). En la medida en que la sociedad medieval europea era estamental, esta composición se percibía también en la configuración originaria de las fiestas de moros y cristianos: la nobleza convocaba las fiestas y las presidía; el clero las bendecía y les aportaba sus contenidos sagrados; y los gremios aportaban los contingentes humanos de lo que más adelante se configurarían como las “filaes”. Estos últimos, organizados de forma paramilitar, desfilaban disciplinadamente, de la misma forma que las milicias gremiales realizaban constante ejercicios paramilitares que en período festivo daban la fisonomía que todavía tienen hoy las “filaes”.

2. Contenidos festivos

Es indudable que los contenidos de estas fiestas tienen distintos orígenes que varían de unas poblaciones a otras. En ocasiones aparece el viejo tema tan habitual en la primera lírica castellana en los “romances fronterizos” que suelen tratar del amor de un cristiano y una mora. En Xixona, se fusila al “moro traidor” después de un juicio sumarísimo. ¿Su delito? Haberse enamorado de una cristiana y renunciado por amor a su religión. Otro tanto ocurre en Guardamar y en Ibi.

En otras se recuerda a los familiares y amigos muertos, como en Banyeres de Mariola cuando los miembros de las comparsas, rodilla en tierra, descargan sus trabucos, en una de las versiones más antiguas de la fiesta constatada documentalmente desde mediados del siglo XVIII.

El exceso de tomates maduros se utiliza en Cocentaina cuando las comparsas combaten a tomatazo limpio, en una versión local de la fiesta influida, sin duda, por la “guerra del francés”.

En 1668, el cronista Carbonell, en su "Celebre Centuria", alude a las celebraciones de aquel año en Alcoy. La lectura de su obra demuestra a las claras que, inicialmente, las “filaes” (o su precedente) estaban formadas en función del gremio al que pertenecían sus miembros; sin embargo, éste carácter se perdió un siglo después, cuando esas mismas fiestas locales ya tenían un claro cariz popular que coincidió con la pérdida de influencia de los gremios artesanales. El 23 de abril, en esa localidad se celebraba el día de San Jorge y el “alardo” (derivado de alarde) con los omnipresentes petardos, cohetes y trabucos.

En Orihuela, la variante de la fiesta introduce una figura femenina –es completamente falso que la mujer no hay estado presente en as fiestas de moros y cristianos hasta hace poco, de hecho, siempre ha aparecido con algún papel específico–, “la Armengola”, evocación de una heroína local de la resistencia antisarracena.

Las de Alcoy figuran, sin duda, entre las más importantes y han sido declaradas Patrimonio Turístico Internacional.

A pesar de las extraordinarias diferencias entre unas celebraciones y otras, la totalidad de las fiestas de moros y cristianos tienen algunos rasgos comunes. Habitualmente, todas ellas contienen tres elementos: las “Entradas”, las “Embajadas” y la “Procesión” (en la que el carácter religioso es preponderante). Los participantes están divididos en dos bandos ataviados tal como se supone que vestirían los bandos moros y cristianos del Medievo, aun abundando los arcaísmos y la fantasía. Sin embargo, algunas de las comparsas no tienen relación con estos bandos: Labradores (o Maseros); Contrabandistas (o Andaluces, Bandoleros, Mirenos etc.); Pescaors (o Marineros); Bucaneros (o Piratas, Corsarios, etc.); Zíngaros; o Pacos, que utilizan vestimentas de claro origen setecentista u ochocentista. Todas las comparsas reciben también el nombre de “filaes” por su particular forma de desfilar (en fila, no en columna).

Cada uno de los bandos toma simbólicamente la ciudad un día, en el episodio que recibe el nombre de “Entrada Mora” y “Entrada Cristiana”. Finalmente, por supuesto, son los cristianos los que conquistas la villa. Cada bando lee ritualmente unas líneas que habitualmente son desafíos, retos, invocaciones y, en definitiva, declaraciones de intenciones. Los “combates” se desarrollan siempre en el centro de la villa –frente a la casa consistorial- donde se instala el “castillo” (un entramado de madera) en disputa. Se muestran armas propias del Medievo (espadas, puñales, lanzas y ballestas), pero también armas de avancarga (arcabuces, trabucos y espingardas), arcaísmo procedente del siglo XVIII.

¿Por qué la presencia inseparable de la pólvora en este tipo de festividades? Desde el principio de su utilización se ha atribuido a la pólvora un carácter “embriagador” que todavía hoy puede constatar quien haya disparado varias ráfagas con arma automática. Como se sabe, determinados perfumes o el producto de la combustión de algunas resinas facilita el acceso a estados diferenciados de conciencia, operando una desconexión entre el consciente y el inconsciente, facilitando la irrupción de estratos más profundos de la personalidad y de la percepción. Por su parte, el humo de la pólvora tiene un carácter, que, a diferencia del incienso que estimula la introspección, confiere a quien la respira profundamente, un impulso expansivo y un estado de exaltación próximo a la embriaguez alcohólica.

Las comparsas cristianas suelen tener nombres característicos: Cristianos Nuevos, Almogávares, Cruzados, Caballeros del Cid, Templarios, Hospitalarios, Caballeros de la Baronía, Mirenos, etc. Las comparsas moras son también características: Benimerines, Bereberes, Almohadas, Marroquíes, Moros Nuevos, Abenzoares, Judíos… Las comparsas están jerarquizadas interiormente: dirigidas por un “capitán”, también tienen un alférez y un abanderado (generalmente, la dama de la comparsa). Su sede o “cuartel” es el centro de las reuniones sociales a lo largo del año. Las comparsas conservaron cierto carácter remotamente gremial: no se trataba solamente de una agrupación de ciudadanos en período festero, sino de una verdadera “fraternidad” en la que sus miembros practicaban el apoyo mutuo.

En las fiestas villeneras (4-9 de septiembre) participan catorce comparsas, siete moras y siete cristianas. Existen “filaes” exclusivamente femeninas. En su actual configuración son la síntesis de tres fiestas: la propiamente patronal (la más antigua que data, como hemos visto de 1474), la fiesta militar o alarde de carácter gremial (las milicias gremiales aportan “la soldadesca”) que se configura en la primera mitad del siglo XVII y, finalmente, la fiesta de rememoración histórica (que aparece tras la retirada napoleónica y del que proceden los textos de las “Embajadas” que todavía se leen hoy, escritos entre 1810 y 1815). La fusión de estas tres fiestas y su ubicación a principios de septiembre tiene como denominador común la participación popular masiva de los ciudadanos de Villena.

Este mismo esquema de fusión entre distintas fiestas que, finalmente, dan como resultado la configuración actual, es un esquema que se reproduce en otras muchas localidades, pero sería erróneo pensar que las referencias a los “moros y cristianos” solamente aparecen en el siglo XIX tal como han sostenido algunos historiadores. Es cierto, si, que los textos de las “embajadas” y la configuración actual se remonta a ese período, pero no es menos cierto que el impacto de la invasión napoleónica revalidó e hizo revivir el recuerdo traumático del milenio de amenaza islámica (en 1812, cuando se retiran las tropas napoleónicas hacía solamente un siglo que las costas del Levante español se habían visto libres de las razias de los piratas berberiscos).

Lo cierto es que hay constancia que ya desde el siglo XIV, se celebraban representaciones en las que dos bandos, uno de moros y otros de cristianos, simulaban disputar un castillo de madera (“baluarte”) instalado en el centro de la población. El “baluarte” era tomado alternativamente por cada bando. Posteriormente, en el curso de los combates se utilizó el arcaísmo de las armas de fuego y “corría la pólvora”. Finalmente, las “salvas” (significativa alteración de “Salve”, oración compuesta para honrar a la Virgen) en honor de la Virgen cerraban la fiesta.

Parece que esas primigenias fiestas de moros y cristianos no tenían lugar anualmente, sino solo en momentos destacados: bodas reales, bautizo de infantes, victorias militares, pero no estaban todavía superpuestas a las fiestas patronales. Todo esto le permitió decir a Lope de Vega que las “Comedias de Moros y Cristianos” eran en su época las preferidas por el público.

3. Ámbito Geográfico

A pesar de que las formas más singulares de fiestas de moros y cristianos tienen lugar hoy en las zonas del Levante español, antropólogos e historiadores suelen convenir que hubo un tiempo en el que estuvieron extendidas a toda la península hacia finales de la Edad Media y, a partir de entonces, se fueron reconvirtiendo en algunas zonas y replegando en otras. Con todo, su ámbito geográfico actual es excepcionalmente extenso y se celebran fiestas de este carácter en las comunidades valenciana, murciana, castellano-manchega, andaluza, y en menor medida en Catalunya, Mallorca y Aragón.

Esto nos describe una supervivencia de las fiestas en la parte mediterránea y especialmente a partir del Ebro hacia el sur y en la zona sur de la península, es decir, en las zonas en donde la presencia islámica estuvo más viva hasta el siglo XV,  hasta los sucesos de La Alpujarra dos siglos después y, en última instancia, la zona más amenazada por los piratas berberiscos.

Actualmente las fiestas de Moros y Cristianos se celebran en las tres provincias del antiguo Reino de Valencia (en treinta y cuatro localidades de la provincia de Alicante -en la ciudad de Alicante en cinco barrios-, en Jijona con el peculiar añadido el “Juicio al moro traidor”, en dieciséis de la provincia de Valencia -incluida la capital provincial-, en una de la provincia de Castellón –Peñíscala-), en el Reino de Murcia (en cuatro localidades), en Castilla-La Mancha, provincia de Albacete (en Caudete, próximo a Villena, desde 1588, siendo uno de los lugares de mayor antigüedad) y en la provincia de Toledo (en una localidad, Consuegra), en Andalucía (en 42 localidades de Granada, en 32 localidades de Almería, en 3 de Jaén y en 1 Cádiz, de nombre significativo: Benamahoma). Así mismo, se celebran fiestas moros y cristianos en lugares distantes de los anteriores como Lérida capital y en dos localidades insulares (Sóller y Pollença).

Si tenemos en cuenta que la mayor aglomeración de fiestas tiene lugar en Alicante, Valencia, Almería y Granada, especialmente en la zona de La Alpujarra, esto coincide con las de mayor presencia de moriscos, de tal forma que puede concluirse que en esas zonas, la expulsión fue tomada como una liberación por parte de las poblaciones cristianas hasta el punto de magnificarla en forma de fiestas.

Aún hoy, en La Alpujarra se celebran 14 fiestas de Moros y Cristianos. En esta zona los personajes principales de cada bando son rey, general, embajador y espía. Es significativo que en los textos siempre figura la queja de los moros por su expulsión de España y la conversión final de los moros producida por propio convencimiento, con ayuda de fuerzas sobrenaturales.

A finales de 1568 se extendió una sublevación de moriscos en gran parte del Reino de Granada, con mayor incidencia en La Alpujarra donde intentaron instaurar un nuevo reino árabe, con la ayuda del imperio otomano. Tal fue el origen de la “Guerra de La Alpujarra”. La consiguiente expulsión de los insurrectos hizo que la zona quedara prácticamente despoblada y fuera colonizada por cristianos viejos. Cuando la comarca fue repoblada, persistió intensamente el recuerdo de las matanzas y excesos operados por los moriscos, hecho que se deja entrever en la contundencia –ciertamente, “racista y xenófoba”- de los textos leídos en el curso de las fiestas alpujarreñas. Con todo, hasta el siglo XVIII siguieron produciéndose frecuentes ataques de piratas, buena parte de los cuales eran descendientes de los moriscos expulsados. No es raro, pues, que en toda la comarca de La Alpujarra las fiestas de moros y cristianos constituyan hoy una de las principales manifestaciones folklóricas de la comarca.

En otras zonas de Levante, incluso, se alude al desembarco de los “piratas berberiscos” como elemento inspirador de las fiestas. Por ejemplo en las playas de Villajoyosa, donde las comparsas escenifican el desembarco moro y la lucha en la playa, mientras los espectadores consumen el “nardo”, una mezcla de absenta y granizado de café. Así pues, no es sólo la Reconquista sino también las guerras contra los moriscos y los piratas de Berbería las fuentes inspiradoras de estos ritos festivos y que recuerdan que la idea de España se ha forjado en parte en un milenio (desde el siglo VIII hasta el XVIII) de luchas ininterrumpidas contra el Islam.

Es evidente que las fiestas no son homogéneas en todos los lugares, ni tienen el mismo nivel de seguimiento popular. A la vista de todo esto y de su origen histórico, podemos convenir:

1) que las fiestas de moros y cristianos aparecen hacia el siglo XV en su configuración primitiva.

2) que, inicialmente, conmemoran el inicio de un nuevo ciclo histórico marcado por la conclusión de la Reconquista, la expulsión de los moros de la Península y las correrías piráticas.

3) que entre 1500 y 1750 se fueron extendiendo por toda España, irrumpiendo muy superficialmente en algunas zonas en donde la presencia islámica había sido mínimo, para luego desaparecer poco después.

4) que en su actual configuración las fiestas se remontan a una horquilla de tiempo que figura entre el final de la Guerra de Sucesión y el final de la Guerra de la Independencia.

5) que dado lo extenso de su reparto geográfico y su antigüedad, estas fiestas se han configurado de formas diferentes, teniendo la forma de desfiles en unos lugares, en otros bailes y dramatizaciones de episodios de la Reconquista.

4. La Mahoma… ¿es el “ninot” del profeta? ¿por qué el femenino?

Uno de los elementos que han generado más polémica en los últimos años ha sido la tradicional presencia de un “gigante” o “ninot” en algunas fiestas de moros y cristianos. Este “ninot”, llamado “La Mahoma”, ha dado pie a los grupos islamistas para que la utilizaran como excusa para sus peticiones de prohibir la fiesta.

En Beneixama "La Mahoma" acaba siendo pasto de la cohetería. Biar la cede a Villena con “pompa y boato” para que sea utilizada en sus fiestas, constituyendo un vínculo de hermandad entre ambas localidades del Alto Vinalopó (el blusón del “ninot”, lleva inscritos los nombres de ambas villas). Acompañada por un grupo de espías, se introduce en el campo biarense para estudiar la táctica de la próxima batalla contra los cristianos”. El “ball d’espies” –baile de espías– da a las fiestas de Biar un rasgo característico.

A través de “La Mahoma” se hermanaban las ciudades del Alto y el Bajo Vinalopó (Alicante). Sax tenía la suya que se la cedía a Petrer. El monigote lucía una inscripción esclarecedora: "Soy de Sax, y la cabeza de Petrer". Existen rastros documentales de que en otros pueblos de la zona se utilizó en algún momento una figura similar. Y esto da pie a algunas cuestiones interesantes: ¿por qué “Mahoma”? ¿Por qué feminizado?

No está suficientemente documentado que el origen de “La Mahoma” sea el profeta. De hecho nadie en las fiestas de estos pueblos lo considera como una representación del redactor de “El Corán”. Es significativo que tras la prohibición de utilizar la imagen en 2006, nadie quisiera hacer ningún comentario. En realidad, nadie entre los festeros de esas zonas quería renunciar a “La Mahoma”, pero nadie tampoco quería dar una excusa para excitar el fundamentalismo islámico.

Costaba mucho que algunos vecinos de estos pueblos, al ser preguntados por los medios, aceptaran hablar sobre el tema, incluso las autoridades municipales eran remisas a tocarlo. Finalmente, uno de ellos expresó la voz de la tradición: "es solo un muñeco que simboliza el bando moro, no lo vemos como Mahoma". Al periodista no se le ocurrió preguntar, “entonces ¿por qué se le da el nombre del profeta?”. Era evidente: “Mahoma”, “Muhamad” en árabe, es uno de los nombres más extendidos del área islámica, como aquí puede ser Francisco o Antonio… por generalización abusiva, el recuerdo de la presencia islamista durante los años de la Reconquista, se hipostatizaba sobre un muñeco llamado con el nombre más habitual entre los islamistas: “Muhamad”… castellanizado como Mahoma. Así pues, “La Mahoma” no es una efigie del profeta, sino la representación de la totalidad de los islamistas que invadieron España.

¿Y su feminización? Es así mismo simple entender su paradójico género gramatical: en tanto que representante de “una” comunidad, le correspondía el género femenino, de la misma forma que otros conceptos son igualmente femeninos (“la” sociedad, “la” patria, “la” nación) y otros masculinos (“el” Estado, “el” pueblo). Por el contrario, si hubiera representado a una persona física o a la figura del profeta, su género hubiera sido, indiscutiblemente, masculino.

En Beneixama, hasta las festividades de 2005, “La Mahoma” era un armazón de hierro vestido con ropas de inspiración árabe y cabeza de cartón. En el curso de la dramatización de la “toma del castillo”, los cristianos desnudaban a la efigie y llenaban de petardos su cabeza, haciéndola estallar poco después. Esta parte fue suprimida a partir de 2005. La cabeza de “La Mahoma” no volverá, pues, a estallar y en ningún programa festero se la volverá a mencionar con otro nombre que no sea el de “la efigie”.

Hasta ese momento, el molde para elaborar cada año la cabeza de la imagen, pasaba de una generación a otra como si se tratara de una reliquia.

En la actualidad, “La Mahoma” está presente es seis localidades (Castalla, Biar, Villena, Benexiama, Banyeres y Bocairent). Elda y Petrel (muy próximas a las anteriores), decidieron  eliminaron al “ninot” definitivamente de sus fiestas de Moros y Cristianos a finales de los 60. En Petrel, el muñeco era arrojado desde el castillo, explotaba su cabeza y, finalmente, era quemado.

Históricamente, el origen de la “La Mahoma” se remonta al siglo XV. A pesar de que la persistido en la comarca del Vinalopó hasta nuestros días, la primera mención que se encuentra a un monigote es en Jaén, en 1463. En la crónica del condestable Miguel Lucas de Iranzo se menciona la efigie del llamado Mahomad. La imagen terminaba siendo arrojada a la fuente de la plaza de la Magdalena. Al parecer, en las primeras formas de la fiesta, era imprescindible que “La Mahoma” finalmente “muriera”. Como en todo proceso festivo, la dramatización de una muerte significaba exaltar la nueva vida. La muerte (por ahogamiento, despedazamiento, voladura, despeñamiento) de “La Mahoma”, quería dramatizar el inicio de una nueva época y la consiguiente renovación del cosmos. Era necesario que “La Mahoma” muriera para que con ella desaparecieran los valores islamistas de la sociedad y emergiera un nuevo orden de ideas.

El texto del condestable Lucas de Iranzo demuestra la antigüedad de la tradición en torno a “La Mahoma” que no hace sino calificar la tradicionalidad de las fiestas de moros y cristianos. A pesar de que las guerras del siglo XIX, destrozaran archivos parroquiales y municipales y que, por tanto, hoy falten datos objetivos para poder establecer el marco geográfico sobre el que cuajó la imagen de “La Mahoma”, en nuestra opinión, esta tradición estuvo allí en donde estuvieron presentes las fiestas de Moros y Cristianos e, incluso, es posible que, en algunas zonas fuera independiente de las mismas o terminara desvinculándose de ellas.

En la Catedral de Barcelona, hasta la restauración que tuvo lugar a finales de los años 60, sobre el arco del crucero en la puerta Este, justo bajo el órgano, se encontraba una cabeza tocada con un turbante, a la que se llamaba “La Carassa”. Quería la tradición que fuera la efigie del último rey moro de Barcelona (el “Rey Gamir”). Tenía la mandíbula articulada, de tal forma que en la Epifanía arrojaba por ella caramelos a los niños. En 1967, todavía existía, pero ese año, el embajador de Turquía visitó la Catedral y fue retirada al considerarse que podía herir su susceptibilidad. Nunca más ha vuelto a ser exhibida. Es evidente que “La Carassa” de la catedral de Barcelona pertenece al mismo tipo de efigies que aparecen en el último tercio del siglo XV en Jaén y que subsisten hasta principios del Tercer Milenio en el Vinalopó. De hecho, en las fiestas mayores de muchas ciudades catalanas, Barcelona incluida, tienen un gran protagonismo las figuras del “gegant i la geganta”, los dos gigantes de altura similar a “La Mahoma”, y de las que existen diversas variedades… una de ellas, “el Rey y la Reina Mora”. Por increíble que pueda parecer, en Petrer la imagen de “La Mahoma” desapareció también en los años 60. Las crónicas cuentan que fue “de manera natural”, pero los más mayores recuerdan que «en los años 60, a punto de empezar la actuación en la que la figura de La Mahoma sufría mutilaciones, los organizadores se percataron de que los dos embajadores de países musulmanes que habían invitado a ver los festejos podrían sentirse ofendidos»… en efecto, “La Mahoma” era arrojada por el castillo y se le mutilaba.

Por tanto, nos inclinamos a pensar que, contrariamente a lo que sostienen los antropólogos progresistas, “La Mahoma” no es un producto del siglo XIX, ni siquiera tiene una antigüedad de apenas tres siglos, como sostienen otros. Es cierto que, a partir del siglo XIX se empiezan a encontrar más referencias sobre “La Mahoma”… pero es que también se encuentran más referencias sobre cualquier otro rasgo antropológico; es un simple problema de proximidad temporal. En nuestra opinión, nos inclinamos a pensar que “La Mahoma” es tan antigua como las fiestas y estuvo más o menos presente en todas ellas, incluso en zonas muy alejadas de Levante o de su foco de expansión originario (Jaén y, seguramente, el resto de Andalucía (especialmente de la parte oriental). Lo que ocurrió fue que el paso del tiempo alteró algunos significados originarios y la imagen –representación “del otro”, “del adversario”, “del anterior ciclo”, par “par enemigo”– se convirtió en el “gegant i la geganta” en Catalunya y en otras muchas regiones. Fue en los lugares en que las luchas entre moros y cristianos fueron más duras y tardías y en donde la presencia islámica fue más intensa (Levante y el Sur Este Andaluz) donde siguió siendo una hipóstasis de la comunidad islámica.

5. La ofensiva islámica contra las fiestas

La declaración de la FEERI que hemos mencionado al principio se este artículo, no es un exabrupto extemporáneo de un grupo de exaltados, sino que se inscribe dentro de una ofensiva generalizada de los islamistas residentes en España contra nuestras fiestas y tradiciones populares.

Llama la atención que en aquella ocasión, el presidente de la FEERI dijera: “¿qué reacción tendría la población de determinados pueblos si se celebrara la entrada de las tropas de Franco con el consiguiente castigo que infringió a la población?”. A pesar de que las distintas coordinadoras islámicas suelen colocar a islamistas nacidos en España a la cabeza, lo cierto es que la inmensa mayoría de los seguidores del Islam en nuestro país, son de origen extranjero (esto es, han venido sin que nadie les haya invitado), y esa ínfima minoría de islamistas castizos tiene una fuerte presencia de antiguos izquierdistas de los años 60 y 70 que se reciclaron en esa religión cuando se hizo patente que el marxismo había entrado en el basurero de la historia. En el fondo no hay tanto trecho entre el Corán y la última resolución de la IV Internacional o entre las Suras el Profeta y el Pequeño Libro Rojo de Mao, como muy bien sabe Mansur Escudero uno de los exponentes más conspicuos de la minúscula comunidad de islamistas nacidos en España.

La FEERI achaca a las fiestas “islamofobia”. Ya hemos visto que, salvo en La Alpujarra, esa acusación es literalmente falsa y mendaz… tal como demuestra el que las “filaes” de moros tengan prácticamente el mismo seguimiento que las de cristianos. Difícilmente alguien se afiliaría a una asociación que fuera odiada y marginada por sus vecinos.

En esas mismas fechas, otra de las asociaciones islámicas, la Comisión Islámica de España, presidida por el gerente de la Fundación Mezquita de Granada, Malik Ruiz, fue más inteligente que la FEERI: afirmó que “no hay inconvenientes en la celebración de estas fiestas”, pero con una salvedad: “siempre y cuando no haya elementos que puedan ser motivo de provocación y genere discordia”, pidiendo acto seguido que se suprimieran “cuantas imágenes o representaciones ofensivas se den contra el pueblo musulmán”… y aquí incluía, no sólo a “la Mahoma”, sino las inscripciones con caligrafía islámica y las medias lunas que lucen algunos disfraces… Terminaba con algo que podía ser entendido como una amenaza: "No vamos a justificar nunca acciones violentas pero hay que ser comedidos y tener en cuenta lo que para nosotros significa el profeta Mahoma. No se puede tomar a la ligera porque puede derivar en elementos de discordia".

El imán de la mezquita de La Unión y presidente de la FEERI, Félix Herrero coincidió con la apreciación de su colega nazarí: «Como cualquier otra representación de islamofobia o racismo debe eliminarse». Creemos haber demostrado ampliamente que, no solamente, “La Mahoma” no tiene nada que ver con la figura histórica del profeta Mahoma, sino que no existe el menor rastro de racismo, xenofobia, ni siquiera de hostilidad religiosa en los contenidos de las fiestas de moros y cristianos que, en el fondo, son –creemos haberlo demostrado con creces– escenificaciones de un episodio histórico, difícilmente controvertible: el resultado final de la aventura islamista de invasión de España.

6. La instalación de la intolerancia en España

Bocairent es un pequeño pueblo valenciano cuyo nombre se pregonó desde Washington hasta Rawalpindi, el 12 de febrero de 2006. Ese año –el mismo en el que se produjo una oleada de violencia causada por la publicación en Dinamarca de unas inofensivas caricaturas de Mahoma– las autoridades de Bocairent renunciaron a incinerar la figura clave de la fiesta local: “la Mahoma”. El miedo a la intolerancia islamista y la presencia masiva de islamistas había operado esta renuncia. Lo mismo ocurrió en Beneixama: la posibilidad de una reacción islámica asustó.

Bocairent tiene 4.500 habitantes y celebra sus fiestas del 2 al 6 de agosto. Tradicionalmente, desde tiempo inmemorial, un “ninot” de tres metros de altura, vestido de árabe, luciendo media luna y barba negra sobre su tez morena, era el abanderado de las fiestas y el icono más popular. La fiesta terminaba arrojando al “ninot” por el castillo. A partir de 2006, el pueblo renunció a esta tradición: ¿por convicción? ¿por afán renovador? ¡En absoluto! ¡por miedo!.

Lo mismo ocurrió unos días después en Beneixama, cuando se abandonó toda referencia a “La Mahoma”, pasando a ser “la efigie”. En esta localidad de 1.500 habitantes, hasta 2005 se hacía explotar la cabeza de “la efigie”, con pólvora, dando así por concluidas las fiestas.

Era evidente, a partir de la presencia masiva de islamistas en nuestro país que, antes o después, nuestras fiestas iban a sufrir una alteración en profundidad.

Hasta hace poco, podíamos tener una ligera idea de lo que es la intolerancia islámica a partir de las imágenes de masas musulmanas en estados de histerismo e irracionalidad en Palestina o Irán, en Pakistán, Turquía o Marruecos. Ahora ya tenemos a esas masas entre nosotros. Es evidente que las cosas no han terminado aquí, con un simple recorte en algunos rasgos de las fiestas de moros y cristianos. La FEERI lo ha proclamado: quieren su abolición. Es así de sencillo. Saben que hoy no son lo suficientemente fuertes, así que se trata de seguir avanzando e islamizando la península. Que nadie lo dude: cuando el Islam sea lo suficientemente fuerte en Europa, la democracia será un recuerdo y las viejas tradiciones seculares proscritas. Hoy, estamos en la primera fase de la instalación de la intolerancia.

Por todo esto, la defensa de las Fiestas de Moros y Cristianos en su configuración tradicional es algo más que una postura “resistencialista”: supone la afirmación de nuestra identidad y de nuestra historia. Algo irrenunciable. Algo necesario.

Antropología de la vieja España: Teoría y practica de la familia en España

© Ernesto Milà – Ernesto.mila.rodri@gmail.com – infokrisis

 

 

 

Feliz SOLSTICIO 2012

Feliz SOLSTICIO 2012

Infokrisis.- Nuestros primeros antepasados observaron que a partir del Solsticio de Verano el Sol parecía alejarse de la elíptica, hasta que en la noche del 22 de diciembre llegaba a su punto más bajo y parecía cansado y sin fuerzas para volver a elevarse. Sin embargo, después de tres noches, al concluir la del 25 de diciembre, el Sol resucitaba y reemprendía su curso triunfante que le llevaría, de nuevo, hasta el punto más alto en el Solsticio de Verano.

Análogamente, podemos decir que nunca como ahora, nuestra Patria, pero también todos nuestros pueblos de origen indoeuropeo, jamás hemos vivido una crisis tan grave como la actual. Pero también para nosotros, como para el eterno Sol Invencible existe un futuro y un mañana que nos pertenece, tal como dice la antigua saga:

“Pronto se oirá un susurro que nos ordene: ¡despertad!
Patria, patria, muéstranos la señal
Que nuestros hijos esperan ver.
Llegará el mañana cuando el mundo sea nuevo
El mañana nos pertenece”

El curso del Sol Invencible y su enseñanza es esa señal que esperamos que vean nuestros compatriotas.

En la noche del 25 de diciembre, Sirius, la estrella de más brillante del firmamento, conocida como “la estrella de Oriente”, se alinea con las tres estrellas que forman el Cinturón de Orion, llamados también“los tres reyes magos” que parecen seguirla. Esa alineación marca el lugar por donde saldrá al Sol Invencible en el siguiente amanecer.

No es raro que el Evangelio hable de una Estrella que “señala el camino de los magos” al lugar por donde nacerá el Sol.  No es raro también que Bethlem quiera decir “la casa del trigo”, pues no en vano todo esto tiene lugar cuando el Sol nace en la constelación de Virgo, cuyo símbolo tradicional es una mujer que lleva una gavilla de trigo. ¿Hay que recordar que el símbolo astrológico de Virgo es un M modificada y, la inicial de María, madre de Jesús, llamado también el “Sol del mundo”?

Cuando el Sol empieza a elevarse el 25 de diciembre, lo hace bajo la constelación de la Cruz del Sur; por eso los antiguos decían que después de estar tres días muerto en la Cruz, el Sol Invencible resucitaba y se alzaba nuevamente hacia el cielo. Un Dios muerto en la Cruz y resucitado al tercer día, la historia suena ¿verdad?, sólo que explicando el cursos de los astros del firmamento, se entiende mucho mejor. Sea como sea que se cuente, refleja al Dios más antiguo que conocieron los seres humanos: el Sol Invencible. 

La historia de nuestros pueblos indica que han sido capaces de sobreponerse, como el Sol, a todas las crisis y a las situaciones en las que todo parecía perdido. La raza de Aquiles y del Cid, la raza de Arturo y de los caballeros cruzados, la raza de los hoplitas de Esparta y de los luchadores de Lepanto, no se extinguirá aquí, sólo porque una banda de buitres carroñeros atrincherados en sus bancos y de políticos corruptos hagan un frente común. Desde los albores de la Historia, nuestra raza no ha conocido otra tarea que el combate. Ese mismo combate es la prueba a superar, el desafío siempre presente que todas las generaciones han debido soportar para mostrar su valía.

Hoy, cuando la Patria se ve ensombrecida por nubarrones amenazantes, cuando ya ni siquiera parecen existir el puñado de soldados dispuestos a salvar la civilización que proclamaba Spengler, hoy precisamente, en la noche del Solsticio de Invierno, en la noche del renacimiento del Sol Invencible, algunos tenemos la firme convicción de que el espíritu de Europa jamás se extinguirá mientras la voluntad de permanecer siga existiendo en algunos de nosotros. Somos muchos en Europa los que esperamos oír el susurro que nos llame al combate.

Aunque el Sol renaciera en el horizonte millones de años, no serviría de nada si ese mismo Sol Invencible no estuviera también presente en nuestro corazón pues, no en vano, lo que es el centro del sistema solar es también el centro de nuestro ser.

Así pues, en esta noche oscura del Solsticio, os deseo una buena lucha y ¡que el Sol Invencible nazca en vuestros corazones y os alumbre!

(c) Ernesto Milá - ernesto.mila.rodri@gmail.com

Resumen semanal - II

Infokrisis.- Segundo programa de prueba de TV-Identitaria. Comentario político de Ernesto Milá sobre "Estado de las Autonomías o Estado del Bienestar", una opción que tenemos a nuestro alcance y sobre la que la ciudadanía se debe pronunciar.

¿Por qué Lambda?

¿Por qué Lambda?

Infokrisis.- Philipe Vardón-Raybauld en su obra Eléments pour une Contre-Culture identitaire explica lo siguiente a propósito de la letra Lambda: “Pintada sobre un escudo, designa a Esparta, ciudad de Lacedemonia. Incluida en un cartel o en una bandera que flota en una manifestación, es el símbolo con el que las juventudes identitarias han elegido identificarse desde 2007, en referencia, precisamente, a la mítica Esparta y a sus héroes”. Así pues, ya se sabe, por qué los identitarios europeos adoptan el símbolo de la letra griega Lambda mayúscula (Λ) de la que su forma minúscula es ligeramente diferente (λ): es simplemente para actualizar en el teatro europeo del siglo XXI a la vieja Esparta y a su ejemplo del siglo VI antes de JC. Pero podemos apurar el simbolismo de la Lambda y explicar el por qué también nosotros lo consideramos como un símbolo, añadiendo algunas explicaciones sobre su simbolismo que servirán, no solamente para identificarnos un poco más sobre este símbolo, sino para justificar el por qué lo asumimos como propio.

I. El espíritu de Lacedemonia

Lacedemonia, también conocida como Laconia, era la región griega que ocupaba el Peloponeso y cuya capital era Esparta. Del nombre de Laconia ha derivado el término “lacónico”, que implica expresarse con frases breves, cortantes, extraordinariamente precisas y, a la vez, ingeniosas. Así se hablaba en Esparta. Era natural: una orden –y Esparta era una sociedad guerrera marcada por las órdenes que se daban y se cumplían sin pestañear- debe ser clara, concisa, rotunda, como un disparo, que no admite discusión, carece, para ser eficaz, de sombra de dudas sobre lo que se requiere, no es posible aplicar una doble lectura. Si así se hablaba en Esparta era porque hacerlo de otra manera hubiera sido peligroso para la supervivencia misma de la sociedad lacedemonia. De hecho, transmitir el “lenguaje lacónico” era uno de los aspectos de la “agogé” (el sistema espartano de educación de los jóvenes).

Se ha dicho que el nombre de Laconia (en griego Λακωνία) derivaba del héroe epónimo de la ciudad, Lacón o Lacedemón; era el nombre de un hijo de Zeus y Taigeto, casado con Esparta, hija de Eurotras, con quien tuvo tres hijos. Dio a la capital de su reino el nombre de su esposa, Esparta. Y otras más positivistas han argumentado que el nombre deriva del término griego λάκος que significa “lago”, aludiendo a que aquella región del Peloponeso era similar a un lago entre montañas.

El escudo era importante en una sociedad guerrera. Y mucho más en la sociedad espartana en la que las madres de los guerreros se despedían de ellos exhortándoles a luchar heroicamente y morir en la batalla con esta frase: “¡Con tu escudo o sobre él, espartano!”. En combate sólo existen tres posibilidades: victoria, muerte o huida. La victoria implicaba retornar al hogar blandiendo el escudo; en caso de morir, el cadáver del guerrero era transportado sobre su propio escudo por sus compañeros; y en el caso de huida, lo primero que se arrojaba al suelo para poder correr mejor era el escudo… Las madres espartanas solamente deseaban a sus hijos las dos primeras opciones, nunca la segunda, ni siquiera para salvar la vida. No había vida sin honor.

El escudo espartano recibía el nombre de “aspis” y toda la táctica militar giraba en torno suyo. Se trataba de que las filas de hoplitas estuvieran lo suficientemente cerradas y fueron tan compactas como hoy puede serlo una unidad blindada. Avanzando en orden cerrado esas filas eran literalmente invulnerables. Solamente soldados bien entrenados que hubieran evolucionado en los entrenamientos con la precisión de un ballet y que estuvieran ligados entre sí por una confianza a toda prueba, podían aplicar esta táctica. Su avance era el adelantarse de un muro de bronce erizado de lanzas. Hacía falta músculo para soportar la acometida del enemigo y, al mismo tiempo, serenidad y templanza para que la sangre no se helara en las venas. Por eso era importante la preparación física y el disponer de un cuerpo atlético, fuerte y sin taras.

El escudo era circular, con un diámetro que osciló entre los 90 y los 110 centímetros, construido en láminas de madera curvadas y encoladas en varias capas con un recubrimiento exterior de bronce e interiormente borrado de cuero. El peso del escudo debía rondar los 8 kilos. Sobre este escudo se pintó el símbolo de la Lambda mayúscula para que el enemigo no tuviera dudas de con quién estaban combatiendo. Pero no siempre fue ese el símbolo que lucieron los escudos espartanos. Antes, los guerreros lacedemonios dibujaban un avispa de tamaño natural (no mayor, pues, de centímetro y medio). Se debía que había que combatir a tal distancia que el enemigo pudiera ver la avispa. Tal como lo expresó dos mil quinientos años después Pierre Drieu La Rochelle interpretando con precisión el espíritu de la época: “la espada es el camino más corto de uno a otro corazón”.

II. El símbolo de la perfección: el compás

La hermenéutica de la Lambda es también interesante y aun cuando no ha hecho correr precisamente “ríos de tinta” quizás sea bueno apuntar algunas indicaciones, por que esta letra es algo más que el símbolo de un Estado guerrero. Es el mundo clásico, nuestros ancestros en definitiva, quien nos habla a través de su simbolismo.

A nadie se le escapa que la lambda mayúscula tiene forma de un ángulo con el vértice hacia arriba y la lambda minúscula es similar a un compás estilizado. Los antiguos consideraban que el compás era un instrumento sagrado en la medida en que era capaz de reproducir la forma más perfecta de la geometría: el círculo, única figura cuyos puntos están separados la misma distancia del centro y que para ellos era la representación del dios. Era una reminiscencia de los cultos solares: los antiguos sabían que la salud de las cosechas y de los mismos hombres dependía del Sol. Aqueos y dorios, pueblos arios llegados del norte y que desplazaron a cretenses y micénicos, conocían la “experiencia solar” y sabían que en los fríos del norte solamente el Sol daba luz y calor, la luz era para ellos también el símbolo de la “iluminación”, como el calor lo era de los valores de la familia, la camaradería, el hogar y la comunidad.

Habitualmente la lambda mayúscula que estaba representada en los escudos espartanos tenía sus lados abiertos con un ángulo de 45º, la mitad de un ángulo recto. Se consideraba que el ángulo recto era el que conducía a los dioses, mientras que el ángulo de 45º es el que simbolizaba la comunidad, la patria, la sociedad de los hombres libres.

III. De la Lambda a la Gamma. La svástica

El símbolo de la Lambda fue recuperado por los gremios medievales, en especial por los artesanos talladores de piedra que construyeron nuestras mejores catedrales góticas. En su trabajo les era necesario apoyarse en una serie de instrumentos que era utilizados en los trabajos y, al mismo tiempo, representaban valores éticos y morales: el escoplo representaba el poder de penetración y el mazo la fuerza y la voluntad; el nivel representaba la ecuanimidad mientras que la plomada era el símbolo de la rectitud; la lambda era, por eso mismo, el símbolo de la perfección. Y así los maestros talladores de piedra lo enseñaron de padres a hijos, de maestros a discípulos a lo largo de los siglos. Un remoto eco de todo esto, desfigurado y degradado fue incorporado a partir de 1717 en el patrimonio simbólico de la masonería. Pero no es esto lo que nos interesa, sino el simbolismo que tuvo en sus orígenes.

Existe otro símbolo sagrado en la antigüedad indo-europea que se repite con una insistencia sorprendente en el simbolismo de todos los pueblos que se remontan a ese tronco civilizador común. Es la svástica. La svástica es un símbolo solar pero también cosmogónico. En tanto que símbolo solar está emparentado con la cruz céltica, pero también define una cosmogonía: los antiguos concebían que el cosmos estaba formado por cuatro elementos (fuego, tierra, agua y aire) representados por los cuatro brazos de la cruz griega (de brazos iguales). Estos elementos se combinan entre sí definiendo todos los aspectos del devenir del cosmos y giran en torno a un centro fijo y estable, casi apolíneo en el sentido clásico, giro que queda representado por el círculo exterior propio de la svástica.

Pero al mismo tiempo la lengua griega da el perfil de un ángulo recto a la letra Gamma mayúscula (Г), no en vano en lenguas germánicas “Dios” se escribe con G: “Gott” en alemán, Good en inglés, Gut en danés y sueco, God en holandés y noruego, etc. En el catecismo de los “compañeros” de las antiguas corporaciones de canteros se preguntaba al postulante: “¿Qué simboliza la letra G?” a lo que debe responderse: “La Geometría es la quinta ciencia”, aludiendo al papel que ocupa dentro de las “siete artes liberales” tradicionales. Así pues “dios” (Good, etc.) y la “geometría” tienen la misma inicial, por eso, en las antiguas corporaciones se aludía al “Gran Geómetra del Universo” que la masonería escocesa tradujo como el “Gran Arquitecto”. Sin embargo, la G latina no tiene el mismo significado ni la misma forma que la Gamma griega (Г) pero, lo más sorprendente es que la lambda griega (Λ) es el equivalente a nuestra letra L, cuando la gamma griega lo es de nuestra G… Algo ha fallado en la evolución lingüística…

En realidad, no. Hay que recurrir a otro catecismo de las hermandades artesanales para responder a lo que parece un enigma: “Las cuatro letras y la quinta ciencia, ¿forman parte del arte de la proporción?”. Como se sabe, el inglés es ambiguo en algunas traducciones. La alusión a las cuatro letras no alude a la cuarta letra del alfabeto griego (porque es evidente que se está aludiendo en el contexto en el que se formula el enigma que se alude a este alfabeto) es la Delta (Δ) que no tiene absolutamente ninguna relación con la G (aunque su simbolismo sea muy rico). Así pues, de lo que se trata no es de la “cuarta letra”, sino de “cuatro letras” (y así lo hemos traducido).

El enigma se entiende mucho mejor si recurrimos a un antiguo texto de los canteros: el famoso cuaderno de notas de Villard d’Honnecourt en el cual se encuentra esta imagen. Las cuatro letras son las cuatro Gammas (Г) colocadas en ángulos rectos, que remiten al viejo símbolo de la svástica. En cuanto a la “quinta ciencia”, obviamente es la Geometría (cuya inicial es la G), ciencia de la “proporción”.


Toda esta temática estaba incorporada en el acervo simbólico de las hermandades de constructores medievales y fue, literalmente, usurpado por la masonería moderna. Las hermandades eran “operativas” mientras que la masonería moderna es “especulativa”. Hoy, los masones “hablan”, antes los constructores “actuaban” sobre la materia. Esto ayuda a comprender porqué algunos antiguos símbolos de las hermandades de constructores han pasado a la masonería moderna: el grado más alto, por ejemplo, del Rito Escocés Antiguo y Aceptado (uno de los rituales masónicos actuales) es el grado 33 que se acompaña con la letra G, pues no en vano el valor numérico de la Lambda es el 30 y de la Gamma el 3…

IV. El retorno de los Heráclidas

Una vieja leyenda clásica nos habla del “retorno de los Heráclidas”. Eran estos los hijos de Hércules y sus descendientes. La historia nos dice que esta leyenda alude a los dorios que conquistaron el Peloponeso y reclamaron su derecho a gobernar sobre las nuevas tierras. La legitimidad de Hércules (y, por tanto, de sus descendientes) era incuestionable: Zeus le había concedido el reinado sobre Argos y Laconia. Sin embargo, Hera –esposa de Zeus- mediante un ardid consiguió que estas tierras fueran a parar a mano del rey de Micenas. Sus hijos se vieron arrojados de las tierras del Peloponeso y alojados en la corte de Teseo en Atenas. Euristeo rey de Micenas les atacó siendo derrotado y muerto. Los lacedemonios volvieron a gobernar sobre la región. Nuevos episodios a medio camino entre la mitología y la historia consolidaron el dominio de los heraclidas sobre el Peloponeso, “sesenta años después de la Guerra de Troya”. Los heraclidas de la leyenda han pasado a ser los dorios de la historia, esto es los pueblos arios llegados del norte, hijos del sol que lucharon contra los micénicos, pueblos de naturaleza telúrica y ginecocrática.

Los Heráclidas habían luchado por reconquistar lo que había sido suyo, herencia de su padre Hércules. Y habían vencido. Una vez asentados en el Peloponeso, los dorios dieron vida, entre otras, a la ciudad de Esparta que aprendió pronto que la “guerra es nuestra madre”.

Este episodio de la mitología griega debe hacernos reflexionar sobre quiénes somos y qué somos. Somos los hijos de un pueblo antiguo, somos europeos desde este rincón del continente que es España y somos hijos de una antigua tradición. No en vano, cuando los romanos llegaron a esta tierra ya la llamaron Hispaniae nombre que generalmente se da como derivado de Hespérides, el jardín mítico situado en el extremo occidente. Siempre que nuestros antepasados han sido derrotados, no han cesado hasta recuperarse y vencer. Lo vimos durante un ciclo de 800 años al que se le atribuye gráficamente el nombre de Reconquista. Aquella fue la “primera Reconquista” que aspiraba a recuperar el antiguo reino “perdido” visigodo.

Más de quinientos años después de 1492 hoy vuelve a ser necesaria otra Reconquista. Nuestra tierra no es libre, ni independientes: es una tierra colonizada política, militar y culturalmente, mediatizada como el resto de Europa, por el poder de los EEUU, invadida por millones de inmigrantes que quieren tener aquí lo que no han sido capaces de construir en sus propias tierras, es una tierra la nuestra sometida al poder de la alta finanza y del capital multinacional que nos ha arrojado en el pozo de la globalización. Es una tierra sin esperanza, yerma y en cuyo suelo ninguna semilla podría hoy fructificar porque sus hijos parecen pre programados por quienes les han arrojado a un destino miserable.

Pero España es Europa y Europa es la revuelta contra el destino lo escriba quien lo escriba. Nuestra historia ha sido un permanente “retorno de los Heráclidas” que se ha ido realizando en distintos jalones de nuestro pasado en las luchas que han marcado los momentos estelares del continente: cuando Leónicas contuvo a los persas, cuando se venció en Platea y en las Termópilas, cuando Roma derrotó el poder de Cartago, cuando se venció al Islam en los montes astures y en los Pirineos y se le cerró el paso en Poitiers, cuando se entró en Granada y se venció en las Navas, cuando se llevó el combate a Tierra Santa y cuando se volvió a vencer en Lepanto y se levantó el cerco de Viena y, por qué no, cuando se decretó que ningún hombre digno ejercería la usura y el préstamo con interés…

Si alguien cree que los Heráclidas no volverán que mire el símbolo de la Lambda que nuevamente ondea sobre la sagrada tierra de Europa y, como no podía ser de otra manera, sobre nuestro terruño. Miradlo bien, porque se aproximan los tiempos en los que de nuevo nuestra tierra nos va a pedir el esfuerzo y el sacrificio y la voz de la sangre nos llamará, una vez más, al combate.

© Ernesto Milà – ernestomila@yahoo.es - Prohibida la reproducción de este texto sin indicar origen

 

Navidad sádico-anal

Navidad sádico-anal

Infokrisis.- Dos tradiciones navideñas reconocidas como “típicamente catalanas” gozan de protección y promoción por parte de la Generalitat nacionalista. Son suficientemente conocidas como para que perdamos mucho tiempo describiéndolas, el Caga Tió y el caganer. Nos equivocaríamos si pensáramos que son las únicas. El gran etnógrafo Joan Amades recogió en una obra exhaustiva de 104 páginas titulada Escatología Popular todas las tradiciones, rondallas, leyendas y  costumbres distribuidas por todo el territorio del Principat de Catalunya relativas al complejo pedo-caca-culo que tanto arraigo tienen en estos pagos. La obra, inédita hasta ahora, ha sido publicada recientemente por el Institut d’Estudis Escatologics y vendido al módico precio de 14,00 euros (13,00 en versión telemática). Así pues, tema no falta.

Lo sorprendente es que tal acumulación de “tradicions porques i rondalles brutes” (como se subtitula la obra de Amades) sea tan extensa, rebasando incluso obras del mismo género recopiladas en su momento por Camilo José Cela en el área castellano-parlante. Nunca, por ejemplo, en un belén fuera de Catalunya se le ocurriría a nadie colocar un caganer. Respeto a esto, me sorprendió en cierta ocasión cuando ironizando sobre las delicias del nacionalismo en Catalunya Radio aludí a esta figura inexcusable de los pesebres catalanes como “gran aportación catalana a la Navidad”. Contrariamente a lo que pensaba, nadie llamó airado pidiéndome explicaciones sobre por qué lanzaba tales ironías. Basta que sea catalán para que el nacionalismo lo tome como algo grande.

Todo esto debe hacernos reflexionar sobre el ser y el sentir del nacionalismo. Y eso es lo que vamos a hacer en estos días de alegría y “disbauxa” (desenfreno) que acompañan a las fiestas navideñas. En ellas hay mucho de lo que se anuncia en la publicidad del libro de Joan Amades: Totes les dites i modismes sobre culs, pets, conys, collons, merda i pixum, i les rondalles plenes de cagallons i merderades de la tradició catalana aplegades en aquest llibre mai vist fins ara”… (que obviamos traducir por ser demasiado evidente).

Tanto la tradición del Caga Tió como la del caganer tienen dos rasgos comunes que las hacen inconfundibles. En efecto, ambas tienen que ver con la escatología y ambas tienen una innegable componente sádico-anal. Nos explicaremos.

Caga Tió o como dar de palos para obtener algo

La tradición del Caga Tió se suele relacionar con los cultos indo-europeos al árbol. El árbol es considerado en estas tradiciones como el dador de bienes, el lugar de residencia de genios y de entidades protectoras, es el Roble del Destino de la mitología germánica, es Yggdrasil el árbol sagrado del germanismo, es el Irminsul centro del universo (omphalos) y soporte del mundo, es el árbol sobre el que Odín se sacrifica durante nueve días y nueve noches colgado de un fresno sagrado del que caen las hojas que compondrán el alfabeto rúnico; son las manzanas que tanto en la mitología nórdica como en la clásica proporcionan la inmortalidad… y el “palo de mayo” que celebra los cultos primaverales desde las antigüedades celtas hasta la edad moderna.

Hay, pues, en todo el ámbito indo-europeo (al que pertenece Catalunya, España, Europa) una consideración especial hacia el árbol que está situada mucho más allá de la ecología y que se adentra en el terreno de lo Sagrado. ¿Pertenece a esa tradición ancestral el tema del Caga Tió? Pues, la verdad, nos tememos que no.

A decir verdad, el indo-europeo sabía que no había nada más valioso que el esfuerzo y el sacrificio, sabía que ni la naturaleza ni la vida regalan nada, insistía en que todo, absolutamente todo, había que conquistarlo a través de la espada (en la sociedad trifuncional indo-europea este era el leit-motiv de la casta guerrera), a través del trabajo (realizado por la casta artesanal) o a través de la renuncia y la meditación (en la casta sacerdotal). Ese era el mundo indo-europeo. El de la lucha, el trabajo y la oración. El de la conquista y la voluntad. En esa sociedad, el único regalo que el padre hacía a su hijo era la espada, el torno o la tonsura. Aquella sociedad excluía el regalo obtenido a cambio de nada. El Caga Tió no va por ese camino. Considera a los niños como los “reyes de la casa” que todo merecen y a los que el árbol solamente puede dar regalos, en general inmerecidos o poco merecidos.

El Caga Tió como negación del universo etológico indoeuropeo

Por otra parte, la visión ecológica del mundo indoeuropeo tiene poco que ver con un tronco vaciado al que los niños en la noche de navidad golpean con saña. La educación indoeuropea enseñaba a los más pequeños a controlar su fuerza, no a desfogarse golpeando a un árbol para que “cagara” regalos. El sentido ecológico de las antiguas tradiciones implicaba un respeto a la naturaleza y a todos sus elementos, no una “golpiza” propinada a alguno de ellos para que soltara sus regalos.

Finalmente, es muy significativo que el tronco dentro del cual están ocultos los regalos (inicialmente, la tradición, de la que no se encuentran rastros anteriores al siglo XVIII, se limitaba a cubrir el tronco con una manta) se coloque sobre una especie de bastidor con una tapadera en uno de sus extremos sobre la que se caricaturiza un rostro humano. En este sentido da la sensación de que el Caga Tió no es tanto un árbol como un… ser humano al que se le golpea con saña. Y en este sentido se trata de un tema moderno que no se diferencia mucho del último videojuego brutal en el cual se aporrea un mando para conseguir matar a cuantos más “enemigos” mejor. Hay pues en la tradición del Caga Tió algo sádico y, si se nos apura, de sádico-anal, pues no en vano los regalos salen por uno de los extremos del árbol hueco, uno es la cara y el otro… el culo. Así pues, nos estará permitido aludir a un “complejo sádico-anal” al que luego volveremos a referirnos y a comentar.

El caganer: de la discreción a la negación del pudor

La otra tradición tampoco es manca. El caganer. También nació hacia el siglo XVIII y de esta se sabe que es posterior al desenlace de la guerra de sucesión. La figura del caganer, cuando yo era pequeño, ya existía; se le colocaba, por simple pudor, en un lugar oculto, acaso disimulado entre los corchos que imitaban las montañas o detrás de alguna casa e incluso debajo del puente. Hasta los años 90 se trató de una figura marginal del pesebre al que no se le hacía mucho caso y que estaba allí, simplemente, porque nos la habíamos encontrado en las cajas donde guardábamos las figuras del año anterior y había que colocarla en algún sitio. Ni nos parecía una figura elegante, ni siquiera graciosa (¿qué gracia puede tener un tipo en cuchillas defecando especialmente para los que hemos superado la fase sádico-anal cuando teníamos tres años y hemos hecho suficientemente montañismo como para saber que a determinada alturas defecar es un problema no precisamente leve?), las había mucho más imprescindibles (la sagrada familia, el ángel anunciador, los pastores, los reyes magos, el rebaño, la estrella de los magos, las casas, el puente y el pozo, etc.) el caganer era algo marginal y anecdótico de muy poco calado, motivo por lo cual se le situaba en un lugar casi oculto.

El caganer es una figura tan desagradable como obscena. Hace unos cuantos años, cuando Carod Rovira era alguien en la política catalana (y no un solemne fracasado que todavía no ha advertido que su proyecto independentista ha quebrado) los caganers con su imagen se promocionaron desde su cargo de conseller cap… Debió ser en los últimos 15 años cuando la figura del caganer se popularizó más allá de la navidad y de la superficie del pesebre pasando a ser un símbolo de la “especifidad catalana” y del “factor diferencial” de Catalunya en relación al resto de la galaxia. Mostrar así al político popular y al impopular, al individuo público agradable y desagradable, se ha convertido en una tradición catalana que tiene todo de anal y bastante de sádica. ¿A usted le gustaría ser representado mostrando aquella parte de su anatomía que generalmente el pudor exige cubrir?

La “manía” sádico anal y las pulsiones edípicas

A nadie le extrañará, a la vista de todo ello, que el caganer y el Caga Tió nos lleven de manera directa al freudismo y a su teoría sobre el complejo sádico-anal. El propio Freud decía que “Al principio del placer le sobreviene el principio de la realidad”, es decir que si estas dos “tradiciones” generan un cierto placer en el nacionalismo catalán (es difícil, sino imposible, que quien no sea nacionalista practique alguna de estas dos tradiciones) es que hay algo en él que tiene que ver con la realidad de la sociedad catalana. Unas tradiciones de este tipo no podrían haber sobrevivido, ni siquiera desarrollado de no ser porque, de alguna manera, enlazan con la personalidad nacionalista.

Freud entiende que la sexualidad se desarrolla a través de distintas fases y características a través de la infancia. Si nos estancamos en alguna de estas fases tenemos todas las posibilidades de generar obsesiones y frustraciones. Pues bien, eso es lo que le ha pasado al nacionalismo catalán.

En la primera fase –la que Freud llama “fase oral”– el bebé satisface su necesidad de alimentación a través de la boca y en contacto con el pecho materno o con su émulo, el biberón. No es raro pues que, a partir de ahí, aparezca una fascinación por el pecho femenino y una búsqueda de satisfacción que no desaparecerá nunca. La “fase oral” lleva directamente a la satisfacción del placer, pero más allá de ella existe una fase subsiguiente, la “fase sádico-anal”. El niño, después de mamar… defeca, es inevitable, como es inevitable que la madre le limpie. Con el tiempo, el niño tenderá a “erogenizar” la zona anal y buscará satisfacción autoerótica expulsando y reteniendo heces. Sabe que al hacerlo atraerá la atención de la madre de la que recuerda la textura de sus pechos y el saciado de su hambre.

En esa fase el niño entiende que es alguien –algo que ignoraba en la etapa anterior– tiene conciencia de sí mismo, de lo que le gusta y lo que le desagrada. Le gusta el mundo de la madre en el que puede recrearse y que parece creado solamente para hacerle feliz y odia todo lo que es exterior a la madre, el mundo exterior que tiene tendencia a romper ese mundo de felicidad casi intrauterina en el que se obstina en vivir. A partir de ese momento, empieza a experimentar la búsqueda de la felicidad y huir de todo aquello que no lo es: esfuerzo, trabajo, sacrificio. También aparece un intento de dominar el mundo exterior y aparecen los “pares opuestos” (sadismo-masoquismo, exhibición-contemplación, placer-muerte). Empieza a ver como se introducen en su vida nociones que él no querría jamás conocer: se le exige limpieza, orden, someterse a reglas, y empezará a sufrir lo que los freudianos llaman “represiones”, la primera de las cuales tiene que ver con sus necesidades biológicas resueltas sobre el WC. Esto le hace sentir odio hacia la autoridad. Empieza a aparecer, vinculado con el WC y como reacción a ello, un sadismo que está presente cuando destripa juguetes o cuando amputa las alas a insectos (en casos extremos propios a los psicópatas), aparecen las sensaciones de asco, vergüenza y los llamados “diques psíquicos”. A partir de ahí sublimará o reprimirá pulsiones.

Del complejo de Edipo a la personalidad nacionalista

A esto se une otro problema. En primer lugar, el niño ha experimentado la sensación de privación y alejamiento de la madre que ya no lo alimenta con el calor y la leche que mana de sus senos. El niño atribuye este abandono a la presencia del padre que requiere de la compañía de la madre y le resta atención. A partir de ahí aparece el complejo de Edipo: el niño empieza a odiar la figura del padre porque le hurta el calor y el cariño de la madre. No es importante, porque en la mayoría de los sujetos esto tiende a desaparecer o a sublimarse. En el Occidente cristiano una comprensión del tema evangélico ha contribuido a aumentar estas pulsaciones edípicas en la imagen del Dios Padre que envía a su Hijo a morir en la cruz. Una mala comprensión del cristianismo (por no haber contado con clérigos que fueran capaces de explicar la naturaleza y el sentido del tema), al igual que la presencia de imágenes del crucificado (torturado sádicamente antes de morir y expuesto en su desnudez en la cruz, no se olvide) puede aumentar el temor del hijo hacia el padre y extremizar las pulsiones sado-masoquistas.

Hasta aquí la interpretaciones freudiana, dada por buena para quienes creen en Freud. Vayamos ahora a explicar qué tiene que ver todo esto con el nacionalismo catalán. La psicoestética es una secta específicamente catalana fundado por un tal Carlos M. Espinalt (la “M”, por cierto, corresponde al apellido “Muñoz”, considerado como “poco catalán” para el fundador de una escuela de pensamiento unigénitamente catalana). Pues bien, la psicoestética viene a afirmar que las “naciones” son como las personas: tienen su personalidad, sus complejos, sus frustraciones, su ser auténtico y sus deformaciones. La secta periclitó con la muerte de su fundador pero aun hoy sigue teniendo cierta penetración en el mundo de la moda catalana y especialmente de la peluquería. Esta secta está vinculada al nacionalismo y al independentismo catalán.

Para el nacionalismo –para todo nacionalismo– existe una forma de ser de esa nación y no otra, cualquier otra que no corresponda a ese esquema es considerado como ajeno, exterior o simplemente injertado artificialmente y, por tanto, erradicable. De ahí que todos los nacionalismos sean intolerantes ante todo lo que procede del exterior y de ahí que la única vacuna contra ese virus es concebir que las naciones –las que lo son- no nacen de la nada, sino de un proceso histórico que ha separado a troncos que en otro tiempo fueron comunes como el mundo indoeuropeo al que hemos aludido desde el principio de este artículo, una de cuyas partes es el Estado y la Nación española.


Lo sádico-anal en la navidad del nacionalismo catalán

Catalunya no es una nación. Y no puede serlo por una razón extremadamente simple: desde la irrupción de las naciones en la historia (en realidad, desde mucho antes) en el siglo XVIII, Catalunya nunca ha sido independiente, ni siquiera ha aspirado mayoritariamente a la independencia, especialmente en el siglo XIX, el siglo más español de Catalunya, que empieza con el timbaler del Bruch y con el esfuerzo catalán en la guerra contra “el francés” (que le había dado un estatuto especial) y termina con los soldaditos catalanes muertos en defensa de la españolidad de Cuba. Antes, lo que existían eran “nacionalidades”, un concepto que solamente tiene una resonancia fonética similar al de “nación” pero nada más. Una “nacionalidad” es un fragmento de algo mayor que tiene suficientes rasgos propios como para merecer una cierta categoría diferenciada en el resto del conjunto. Precisamente la trampa del nacionalismo catalán fue el introducir en la Constitución de 1978 el término “nacionalidades” y treinta años después concluir que “nacionalidades” y “naciones” son lo mismo.

Incluso en el período en el que los condados catalanes eran prácticamente autónomos, en realidad, ellos mismos y todas las unidades feudales que tenían luces suficientes, mantenían la idea de que formaban parte de unas unidades mayores: el antiguo reino visigodo que estaban tratando de reconstruir expulsando al moro y la catolicidad cuya dimensión era europea. La Catalunya independiente es, pues, una ficción que jamás ha existido, ni en la antigüedad, ni en la modernidad y que solamente ha sido un invento y una aspiración de la burguesía catalana del siglo XIX (pues no en vano todo nacionalismo aparece cuando se forma una franja burguesa en la sociedad lo suficientemente fuerte como para reivindicar derechos propios). Así pues, el nacionalismo, aquí y en las Galápagos, es una ideología burguesa mucho más que una doctrina “popular”.

El problema es que para elaborar esa ideología burguesa hay que generar mitos y buscar anclajes en la historia. Y la historia de Catalunya en este sentido es más plana que la espalda de un violín. A partir de la batalla de Muret en donde una inoportuna cogorza jugó contra Pere II de Aragón (no soy yo quien lo cuenta sino su hijo, el gran Jaume I, en su famosa crónica, quien añade que el día anterior a la batalla, papá se había beneficiado de algún que otro putón y que una hora antes de la batalla ni siquiera se podía tener en pie), no solamente la Corona de Aragón perdió toda influencia en el Norte, sino que se acabaron las victorias de las que podía alardear el nacionalismo catalán.

A decir verdad solamente quedaría la aventura de los almogávares (dirigidos por un alemán, Roger Blum y en cuyas filas había gascones, castellanos, vascuences, etc.), magnificada por la Crónica de Ramón Montaner, pero que crónicas más objetivas consideran como un alarde de salvajismo e inconveniencias políticas propias de aventureros desmadrados. A partir de ahí, lo que podría ser considerado como específicamente “catalán” deja de triunfar. Toda la historia de Catalunya se convierte en la historia de fracasos, derrotas, catástrofes, invasiones, tristeza, escarnios y así hasta nuestros días en los que la ardua batalla por la catalanización de Catalunya se está cerrando con un doloroso fracaso: el catalán es más “conocido” que nunca, pero se habla menos que nunca, existe cultura catalana porque existe un régimen de subvenciones que, por sí mismo, impulsa a crear medios de comunicación catalanes, huérfanos de lectores y que desaparecerían de un día para otro si desaparecieran sus subsidios. Tienen razón quienes se preocupan de la cultura y de la lengua catalana por que sí está en riesgo de desaparición. La peor forma de promover una cultura es subvencionándola de la misma forma que si a un niño se le intenta enseñar jugando, lo que aprenderá es a jugar. Enseñar cultura subvencionada sirve solamente para enseñar a todos el valor de las subvenciones pero no una cultura con iniciativa y fuerza.

La “nacionalitat catalana” está, pues, en la infancia. Como el niño que patalea, sus frustraciones, sus desengaños, sus derrotas, son presentadas por el nacionalismo como productos “de España”. Ese “padre” es padre en tanto que no ha existido independencia ni nación catalana durante el período celta, durante el imperio romano –esto era Hispania y la Tarraconense era una provincia de esa unidad imperial–, ni durante el período visigodo –la revuelta del conde Paulus en la etapa final tuvo un carácter feudal en absoluto “nacional”, es más, tras la invasión mora, en Catalunya y la Septimania se trasladaron los restos del reino visigodo– ni durante la formación de lo que Adro Xavier llamó “pre-Catalunya” –que no aspiraba más que a recomponer la unidad del antiguo reino visigodo desde el foco de resistencia pirenaica tal como otros lo hacían desde el foco astur–, etc, etc, es un padre ficticio que nunca ha reconocido la existencia de su hijo y al que, por tanto, se odia porque se cree que tiende a ningunear a la “personalidad nacional” de Catalunya. Como todo hijo edípico, el nacionalismo catalán quiere ser tratado de igual a igual con respecto a la figura del padre, España. Odia y teme al “padre”. Era frecuente en el siglo XIX que los lingüistas nacionalistas consideraran al catalán como una lengua “galo-romance”. Era como una forma de alejarla de “lo español”. Hoy se sabe, sin género de dudas que se trata de una lengua “hispano-romance” algo que el nacionalismo sigue considerando como una amenaza y que lleva a extraños comportamientos lingüísticos; un solo ejemplo bastará: en castellano se dice “águila”, en latín “aquila”, como en italiano, en francés “aigle”, pero en catalán es “aliga” por una extraña “dislexia nacional”. En general: si hay dos palabras para expresar la misma idea en catalán, se recomendará el uso de la más alejada del castellano… Antes muertos que sencillo.

Si el “padre” de Catalunya es el concepto histórico de “Hispania”, la “madre” de Catalunya es la cultura europea o, mejor incluso, indo-europea a la que pertenecen absolutamente todos sus rasgos que, más que diferenciales, son rasgos de identidad con otras regiones, nacionalidades y reinos de Europa. Odiar al padre”, España, porque se acuesta con la “madre”, la cultura indoeuropea, es un rasgo característico de cualquier nacionalismo que aspira a eliminar la pieza intermedia que le separa de la “madre”, la Nación-Estado formada en el decurso de los siglos y cuya estructura actual puede ser criticable –en España el Estado de las Autonomías no es precisamente ninguna ganga– pero es, como la historia, irreversible: “España” es, para el nacionalismo, el “padre castrador”, sin el cual la vida sería más “libre”, más “feliz”, más “plena”, en un concepto similar al que se genera en el recién nacido en la fase sádico-anal.

En los juegos florales de 1901, el conde de Güell, el pagano que financió la creación e implantación del nacionalismo catalán, en el discurso inaugural explicó la extraña teoría de que la lengua catalana no tenía nada que ver con el latín, sino que era anterior a él y solamente le reconocía familiaridad con el dialecto hablado en los Alpes Rhéticos… Y la crema de la cultura catalana de la época, sus grandes nombres y sus intelectuales ya por entonces subvencionados con cargo al patrimonio del conde de Güell, aplaudieron a rabiar.

Así pues en el nacionalismo catalán aparecen tres tendencias: la frustración continua por las derrotas ininterrumpidas que se inician en Muret, el odio hacia el “padre” español y la reconstrucción de un pasado tan idealizado como ficticio que justifique cualquier aspiración pero que, a fin de cuentas, se sabe falso y creado únicamente ad usum delphini. Catalunya no es una nación, ni nunca lo ha sido, y ese es el problema de fondo. El nacionalismo catalán ha conseguido generar una especie de homúnculo, un ser vivo, pequeñito y redondito a partir de la falsificación histórica, la pirámide de fracasos heroicos, la frustración continuada y los mitos improvisados por Joan Maragall y Mosen Cinto Verdaguer. Y el niño no termina de gozar de buena salud ni siquiera después de que durante 30 años el nacionalismo haya gobernado ininterrumpidamente en el Palau de Plaça Sant Jaume. El bebé goza todavía de una salud frágil y quebradiza (a la que se une el que el grupo étnico específicamente catalán tenga la tasa de natalidad más baja del mundo), no logra superar las primeras etapas de vida y, en especial, no logra superar ni su complejo sádico-anal (el nene quiere hacer lo que le da la gana, crear embajadas en el extranjero, tener el déficit de gasto que le dé la gana, hacer con el agua del Ebro cualquier caso que se le ocurra, imitar al “padre”, resistirse a formar parte de un conjunto social organizado con obligaciones y atribuciones propias, y cualquier forma de “disciplinarse” lo considera hostil como el bebé a la que la mamá le enseña a ir al WC, una forma de agresión contra él y así sucesivamente). Detrás de todo nacionalista lo que hay es un niño que no ha superado la fase sádico-anal.

Hay mucho de irracional en el nacionalismo catalán (como en todo nacionalismo) y esta irracionalidad acompañada por el odio al “padre” y el resentimiento contra cualquier cosa que intente disciplinar las componendas del Palacio de la Generalitat (que, no son más que las componendas de la alta burguesía catalana creadora, instigadora, impulsora y máxima beneficiaria del nacionalismo), son causas suficientes como para que el complejo sádico-anal que se manifiesta en las 104 páginas del libro de Joan Amades sobre “Escatología Catalana” sea una realidad que explica el éxito de la tradición ochocentista del cagané y del Caga Tió están más arraigados en Catalunya que en lugar alguno del planeta.

© Ernest Milà – Prohibida la reproducción de este texto sin indicar origen

 

El Sol volverá invencible

El Sol volverá invencible

Infokrisis.- Nuestros primeros antepasados observaron que a partir del Solsticio de Verano el Sol parecía alejarse de la elíptica, hasta que en la noche del 22 de diciembre llegaba a su punto más bajo y parecía cansado y sin fuerzas para volver a elevarse. Sin embargo, después de tres noches, al concluir la del 25 de diciembre, el Sol resucitaba y reemprendía su curso triunfante que le llevaría, de nuevo, hasta el punto más alto en el Solsticio de Verano.

Análogamente, podemos decir que nunca como ahora, nuestra Patria, pero también todos nuestros pueblos de origen indoeuropeo, jamás hemos vivido una crisis tan grave como la actual. Pero también para nosotros, como para el eterno Sol Invencible existe un futuro y un mañana que nos pertenece, tal como dice la antigua saga:

“Pronto se oirá un susurro que nos ordene: ¡despertad!
Patria, patria, muéstranos la señal
Que nuestros hijos esperan ver.
Llegará el mañana cuando el mundo sea nuevo
El mañana nos pertenece”

El curso del Sol Invencible y su enseñanza es esa señal que esperamos que vean nuestros compatriotas.

En la noche del 25 de diciembre, Sirius, la estrella de más brillante del firmamento, conocida como “la estrella de Oriente”, se alinea con las tres estrellas que forman el Cinturón de Orion, llamados también “los tres reyes magos” que parecen seguirla. Esa alineación marca el lugar por donde saldrá al Sol Invencible en el siguiente amanecer.

No es raro que el Evangelio hable de una Estrella que “señala el camino de los magos” al lugar por donde nacerá el Sol.  No es raro también que Bethlem quiera decir “la casa del trigo”, pues no en vano todo esto tiene lugar cuando el Sol nace en la constelación de Virgo, cuyo símbolo tradicional es una mujer que lleva una gavilla de trigo. ¿Hay que recordar que el símbolo astrológico de Virgo es un M modificada y, la inicial de María, madre de Jesús, llamado también el “Sol del mundo”?

Cuando el Sol empieza a elevarse el 25 de diciembre, lo hace bajo la constelación de la Cruz del Sur; por eso los antiguos decían que después de estar tres días muerto en la Cruz, el Sol Invencible resucitaba y se alzaba nuevamente hacia el cielo. Un Dios muerto en la Cruz y resucitado al tercer día, la historia suena ¿verdad?, sólo que explicando el cursos de los astros del firmamento, se entiende mucho mejor. Sea como sea que se cuente, refleja al Dios más antiguo que conocieron los seres humanos: el Sol Invencible. 

La historia de nuestros pueblos indica que han sido capaces de sobreponerse, como el Sol, a todas las crisis y a las situaciones en las que todo parecía perdido. La raza de Aquiles y del Cid, la raza de Arturo y de los caballeros cruzados, la raza de los hoplitas de Esparta y de los luchadores de Lepanto, no se extinguirá aquí, sólo porque una banda de buitres carroñeros atrincherados en sus bancos y de políticos corruptos hagan un frente común. Desde los albores de la Historia, nuestra raza no ha conocido otra tarea que el combate. Ese mismo combate es la prueba a superar, el desafío siempre presente que todas las generaciones han debido soportar para mostrar su valía.

Hoy, cuando la Patria se ve ensombrecida por nubarrones amenazantes, cuando ya ni siquiera parecen existir el puñado de soldados dispuestos a salvar la civilización que proclamaba Spengler, hoy precisamente, en la noche del Solsticio de Invierno, en la noche del renacimiento del Sol Invencible, algunos tenemos la firme convicción de que el espíritu de Europa jamás se extinguirá mientras la voluntad de permanecer siga existiendo en algunos de nosotros. Somos muchos en Europa los que esperamos oír el susurro que nos llame al combate.

Aunque el Sol renaciera en el horizonte millones de años, no serviría de nada si ese mismo Sol Invencible no estuviera también presente en nuestro corazón pues, no en vano, lo que es el centro del sistema solar es también el centro de nuestro ser.

Así pues, en esta noche oscura del Solsticio, os deseo una buena lucha y ¡que el Sol Invencible nazca en vuestros corazones y os alumbre!

© Ernesto Milà – infokrisis – infokrisis – http://infokrisis.blogia.com